miércoles, 5 de noviembre de 2014

¿CÓMO ORAS TÚ?



¿CÓMO ORAS TÚ?

Salmo 63:1
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela”

La Biblia nos exhorta a pasar tiempo en oración, pues esto fortalece nuestro espíritu y nos permite entablar una comunión íntima con nuestro Padre celestial. El pasaje de hoy nos dice que David solía buscar el rostro del Señor de madrugada y pasar tiempo con él. También el profeta Isaías buscaba diariamente la presencia de Dios. En Isaías 26:9, él expresó su anhelo: “Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte”. Y el mismo Jesús muchas veces pasaba la noche orando, como nos cuenta Lucas 6:12: “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”. Sin duda es maravilloso retirarse por horas en la presencia del Señor, y dejar que la paz de su Santo Espíritu nos inunde. Sin embargo, en el mundo actual, en el que la vida se vive “a la carrera” sin apartar un tiempo para compartir con la familia o las amistades, generalmente a muchos les es difícil dedicar un tiempo largo para orar.

Una pequeña historia cuenta que un anciano harapiento, cada día a las doce entraba a un templo, permanecía unos pocos minutos dentro y se iba. El cuidador del templo estaba preocupado ante aquella extraña actitud. Todos los días lo vigilaba cuidadosamente para estar seguro que nada se llevaba. Y todos los días a las doce en punto entraba la andrajosa figura. Un día el cuidador se le acercó, y le dijo:
– Oiga, amigo, ¿a qué viene todos los días al templo?
– Vengo a orar – contestó cortésmente el anciano.
– Pero – dijo cautelosamente el cuidador – usted no se queda tanto tiempo como para orar.
– Solamente lo necesario. No sé hacer largas oraciones, pero todos los días vengo y digo: “Jesús, soy Jaime”. Entonces espero un minuto, y me voy. Pienso que él me escucha aunque sea corta la oración.

Un día, cuando cruzaba la calle, un vehículo arrolló a Jaime, y este fue hospitalizado con una pierna rota. La sala donde lo pusieron era un lugar molesto para las enfermeras encargadas. Algunos de los hombres estaban malhumorados y en actitud miserable y otros no hacían más que quejarse y gruñir desde la mañana hasta la noche. Poco a poco los hombres fueron dejando sus rezongos hasta que llegaron a mostrar alegría y conformidad. En una ocasión, cuando la enfermera recorría la sala, oyó reír a los hombres.
– ¿Qué les ha pasado? ¡Se ven tan contentos!
– Es el viejo Jaime, contestaron. Siempre está alegre, jamás se queja aunque su posición es bastante incómoda y padece fuertes dolores.
La enfermera fue hasta la cama de Jaime, donde con su cabeza plateada, yacía acostado con una mirada angelical en el rostro sonriente.
– Bien, estos hombres dicen que tú eres el causante de la transformación de esta sala. Dicen que estás siempre feliz.
– Es verdad, enfermera. No puedo evitarlo. Es mi visitante. ¡Él me hace feliz!
– ¿Visitante? – La enfermera estaba asombrada, porque no había notado que alguien estuviera visitando a Jaime. Su silla siempre estaba vacía durante las horas de visita.
– Cuándo viene la visita?, le preguntó.
– Todos los días – contestó Jaime con los ojos iluminados por una brillantez creciente – Sí, todos los días a las doce. Él viene y se para junto a mi cama. Yo lo veo allí. Él me sonríe y me dice: “Jaime, soy Jesús” –

Cuando sólo contamos con unos minutos, podemos dedicarlos a buscar la presencia de Dios con un corazón sincero y deseoso de adorarlo. Aunque nuestra oración sea corta, nuestro Padre celestial puede ver nuestro anhelo de estar cerca de él. No es necesario decir largas y complejas oraciones. Lo más importante es que salgan de un corazón humilde, y que estén apoyadas por una fe inquebrantable en el poder y el amor de Dios. También podemos tratar de mantener una conciencia de la compañía del Señor con nosotros durante todo el día y conversar con él siempre que podamos, ya sea mientras manejamos el automóvil, o en la sala de espera de la consulta del doctor, o mientras estamos esperando en una fila. De esta manera no nos parecerá tan difícil hacer lo que nos dice 1 Tesalonicenses 5:17: “Orad sin cesar.”

Oración:
Padre santo, te ruego que tu Espíritu Santo mantenga en mí el deseo de buscarte y adorarte en todo momento y en cualquier circunstancia, de manera que yo sienta constantemente el gozo y la paz de tu presencia en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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