martes, 9 de abril de 2013

¿ERES TÚ UN AMIGO A TODA PRUEBA?



Juan 15:12-15
“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”.

Los amigos están entre las bendiciones más grandes que Dios da a sus hijos. Ellos nos proveen compañía, nos escuchan en los momentos difíciles, nos apoyan en nuestros sueños e ilusiones, y nos sirven como una malla de seguridad cuando caemos. Un verdadero amigo siempre está dispuesto a prestarnos su ayuda en cualquier circunstancia. También nos brinda su amor aun cuando no lo merecemos. “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17). Jesús llamó “amigos” a sus discípulos porque había establecido con ellos un vínculo profundo de fidelidad y mutua confianza.

Al igual que todas las relaciones que existen en este mundo, las amistades pasarán por períodos problemáticos que pondrán a prueba la calidad de la amistad. Si verdaderamente se trata de una amistad que vale la pena conservar, se debe buscar una solución siguiendo los siguientes pasos:

Enfrenta la situación. Comparte con tu amigo o amiga tu sentir de que algo no está bien y que necesita solucionarse.

Define con claridad el problema. Juntos, conversen acerca de cuándo y dónde la relación comenzó a afectarse y lo que pudo haber causado el problema.

No culpes a los demás apresuradamente. Analízate a ti mismo, pide al Señor que te dé sabiduría y asegúrate por todos los medios de que no fuiste tú quien, conciente o inconcientemente, causó el problema. Habrá ocasiones en las que quizás estemos seguros de que no ha sido nuestra culpa, y por lo tanto decimos: “Yo no tengo por qué pedir perdón si yo no he hecho nada”. Es aquí donde tenemos que ser humildes y obedecer el mandato de Jesús cuando dijo: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24). Aquí el Señor nos enseña que la reconciliación es más importante que cualquier ofrenda que vayamos a dar, y nos muestra la necesidad de tomar la iniciativa, sin importar si somos o no los causantes del disgusto.

Pide perdón. Si llegas a la conclusión de que fue tuya la culpa, debes mostrar humildad y pedir perdón inmediatamente. No debes tratar de justificar tus acciones. Como creyentes y como amigos, debemos de aceptar la responsabilidad por nuestros errores y buscar el perdón. El fin que se persigue es salvar la amistad.

Da los primeros pasos para reparar la amistad. Pregunta: “¿Qué puedo hacer para que todo vuelva a ser como antes?” E inmediatamente comienza a invertir tu tiempo, tu energía y tu amor en restaurar la amistad dañada.

Si queremos tener la bendición de un buen amigo o amiga que nos ame sinceramente, debemos estar dispuestos a pagar el precio de enmendar esa relación. Dar la espalda al problema puede parecer más fácil, pero a la larga, perderemos un valioso tesoro.

Poco después que Jesús manifestara acerca de la amistad de la que nos habla el pasaje de hoy, sus discípulos lo abandonaron en los momentos más difíciles de su vida, mientras lo arrestaban en el huerto de Getsemaní. Pedro, además, negó tres veces que conocía a Jesús por temor a las autoridades religiosas. Sin embargo, después de la resurrección, el ángel que estaba junto al sepulcro mandó a las mujeres que habían ido allí que les avisaran a los discípulos, y en particular a Pedro, para que fueran a Galilea a encontrarse con Jesús (Marcos 16:7).

¿Crees tú que eres capaz de actuar de esta manera?

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por los amigos que has puesto en mi camino, pues sé que detrás de cada uno de ellos hay un propósito divino. Ayúdame a entender ese propósito y a comportarme en la amistad de manera que tu nombre sea siempre glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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