jueves, 25 de abril de 2013

¿CÓMO TE COMPORTAS EN MEDIO DE LA PRUEBA?



Jeremías 29:4-7
“Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”.

El pueblo de Israel había pecado abiertamente y había violado su sagrada relación con Dios. Por esta razón, el Señor los entregó cautivos al rey de Babilonia, y les dijo, por medio del profeta Jeremías, que servirían a este rey durante setenta años (Jeremías 25:11). Jeremías les da instrucciones de parte de Dios acerca de lo que ellos debían hacer durante todo ese tiempo en el cautiverio. Les manda que construyan casas, que siembren, que recojan la cosecha y coman de ella, que se casen y se multipliquen, es decir, aun en medio de ese período de prueba, debían continuar su vida normal mientras esperaban que llegara el momento de su liberación setenta años después. Y lo más importante: debían vivir en paz con todos los del lugar donde habían sido llevados, y debían buscar el rostro del Señor en oración rogando por la paz de esa ciudad.

Son muy diversas las razones por las que una prueba se desarrolla en nuestras vidas. Muchas veces son consecuencia de nuestro comportamiento, como sucedió al pueblo de Israel; otras veces son producto de una decisión equivocada de nuestra parte, y en ocasiones son simplemente parte del plan de Dios para nuestras vidas. Además, no siempre el Señor nos va a decir con exactitud el tiempo que va a durar la prueba por la que estamos pasando, como en este caso hizo con los israelitas. Pero cualquiera sea la duración de una prueba o la causa de la misma, Dios siempre espera que cuando sus hijos estamos pasando por momentos difíciles, nos comportemos de manera que honremos su nombre, buscando una diaria comunión con él, confiando que detrás de la prueba él tiene un propósito y que sus planes son siempre buenos, como afirma Jeremías 29:11. En su carta a la iglesia de Roma el apóstol Pablo los anima a pensar en este principio divino diciéndoles: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

José, hijo de Jacob, fue un hombre que puso en práctica esta enseñanza, y Dios, conforme a su promesa, lo premió de una manera muy especial. Este joven fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, los cuales le tenían envidia y le aborrecían (Génesis capítulo 37). José fue a parar a Egipto, a casa de un oficial de Faraón quien lo compró, y al ver que “Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano”, lo nombró mayordomo de su casa y de todo lo que tenía (Génesis capítulo 39). La esposa de su amo se enamoró de José, y constantemente lo acosaba insistiendo que se acostara con ella. Pero José se mantuvo firme en su fe, y se negaba diciendo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Ella entonces, por despecho, lo acusó de que había intentado violarla, y el joven fue echado a la cárcel. Pero aun allí, José continuaba tratando de agradar a Dios con sus acciones. Y Dios seguía estando con él. Y “le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel” (Génesis 39:21). El Señor continuó con su plan, y al cabo de dos años sacó a José de la cárcel e hizo que Faraón lo nombrara su segundo al mando sobre toda la tierra de Egipto (Génesis 41:39-40). De esta manera pudo abastecer de comida a su padre y sus hermanos que morían de hambre en su tierra.

Reflexiona en esta enseñanza, y cualesquiera sean las circunstancias en que te encuentres en estos momentos, trata por todos los medios de agradar al Señor en todo lo que hagas. Mantente firme orando y leyendo su palabra, buscando su voluntad y obedeciéndola. Ten la seguridad que, a su debido tiempo, el Señor te recompensará ampliamente.

ORACIÓN:
Padre, gracias por las pruebas que permites en mi vida, gracias por enseñarme que tu siempre tienes un propósito en mi vida, gracias porque tu siempre me muestras lo que debo hacer en estos momentos de prueba. Reconozco que soy débil y por mis propias fuerzas soy incapaz de entender tu voluntad y obedecerte. Por eso te ruego me fortalezcas y aumentes mi fe para poder agradarte en todo lo que yo haga. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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