viernes, 3 de agosto de 2012

LA FE PARA RESISTIR

Hebreos 11:23-27
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”. 

Los conflictos y los sufrimientos son parte de la experiencia humana. ¿Quién no ha estado en situaciones que parecen irremediables o sin final? Incluso el Señor Jesús clamó en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). ¿No es verdad que a veces hacemos la misma clase de preguntas: ¿Dónde estás, Señor? ¿Por qué no haces algo en mi vida?

Quiero animarle a seguir adelante, incluso en las horas más sombrías. Cuando le quede muy poca fe y parezca que su fortaleza y sus sueños se hayan vuelto añicos como un cristal roto, no renuncie al Señor, porque eso solo le llevará a tener un autoestima dañada, a perder bendiciones y a limitar severamente su utilidad para Dios. También es negar a 1 Juan 4:4, que enseña: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. El abandono de la ayuda divina en favor de nuestras fuerzas humanas, es un rechazo a la verdad de que Dios siempre es fiel.

Lo contrario de darse por vencido no es siempre el triunfo inmediato, ya que a veces somos llamado a perseverar hasta lograr la victoria. Es posible que el Señor quiera que nos sostengamos bajo la aflicción y que permanezcamos firmes ante la tentación. Al igual que Moisés, podemos ser llamados a resistir, “como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27).

Resistir requiere tiempo y paciencia, y por eso hay que mantenerse firme como un buen soldado hasta ganar la batalla (2 Timoteo 2:3). Eso significa echarse al hombro, con valentía, el peso de la aflicción o de la persecución, confiando en que el Dios que permitió sus circunstancias le sacará adelante.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

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