viernes, 22 de junio de 2012

LIBERADO DE SU VERGÜENZA

Salmo 3:3
“Señor, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza”

Salmo 34:5
“Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados”


Desde su infancia hasta su muerte, David se destacó por su fe y su fidelidad a Dios, pero su vida tuvo altibajos. Antes de ser rey de Israel, desanimado, fue a refugiarse a un país enemigo, escondiendo su identidad (1 Samuel 21:10-15). Años después, cuando regresó al mismo país, le faltó poco para alzar las armas en contra de su propia nación… ¡Qué vergüenza para él!

Pero el Señor no lo abandonó en ese estado, sino que se encargó de su débil siervo (véase Salmo 34). Lo liberó de la desesperación e hizo que gustase su bondad y su presencia. La fe de David había vacilado, pero Dios renueva la fe más débil. Así que David se fortaleció en Dios y recobró ánimo.

Al igual que David, podemos experimentar que el Señor nos protege y nos da nuestra dignidad. Confiando en él somos liberados de la vergüenza y podemos mirar hacia adelante tranquilos, sin confusión. No lo somos gracias a nuestros propios méritos, sino porque el mismo Jesús llevó nuestra condenación. Tomó nuestro lugar en la cruz y sufrió la vergüenza pública; la confusión cubrió su rostro (Salmo 69:7).

Al seguir al Señor aprendemos a vivir honestamente, haciendo el bien. Incluso si somos personas ordinarias según la escala de valores de la sociedad, la fuerza interior dada por nuestro Salvador nos ayudará a soportar las dificultades de la vida y a poner toda nuestra confianza en él. Entonces podremos darle las gracias por las liberaciones que nos otorgó.

“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

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