martes, 8 de mayo de 2012

¿POR QUÉ NO SUELTAS TUS CARGAS?


Mateo 11:28-30
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."

A medida que vamos caminando por este mundo vamos adquiriendo “cargas” que, si no las descargamos en algún lugar, con el tiempo se van haciendo cada vez más pesadas. Estas “cargas” son, generalmente, el resultado emocional de situaciones que nos han causado algún pesar; alguna herida en el corazón que no ha sanado del todo; resentimientos contra personas que nos han ofendido; el dolor de haber perdido un ser querido o una relación que se rompió, en fin una enorme variedad de situaciones pueden dar como resultado esas “cargas” emocionales que tanto daño hacen.

Muchas personas, agobiadas por el peso de estas cargas acuden a los siquiatras y sicólogos en busca de ayuda. Allí se encuentran con ciertas técnicas encaminadas a eliminar el efecto de esas cargas. La idea es “dejar ir” todo aquello que te afecta negativamente. En términos sicológicos, "dejar ir" significa “aceptar lo que es”. Puede no gustarte, pero puedes aceptarlo. Allí te dicen que “dejar ir” te da espacio para crecer. Debes aprender a tratar con los pensamientos negativos, la tristeza, la ceguera ante la verdad, las cosas que no puedes cambiar, las quejas, la terquedad, el apego al pasado, las decepciones, los prejuicios, etc. Todo esto suena muy bonito, el problema principal consiste en llevarlo a la práctica, fundamentalmente porque la acción está basada en tus propias fuerzas.

En términos espirituales, o sea conforme a los planes de Dios, "dejar ir" quiere decir "echar fuera de nosotros". El Salmo 55:22 dice: "Echa sobre el Señor tus cargas, y él te sustentará." Aquí el salmista nos exhorta a echar sobre el Señor toda carga, es decir todo aquello que nos está causando pesar o sufrimiento, y entonces él se encarga del asunto. En realidad es Dios quien hace el trabajo, no somos nosotros con nuestras propias fuerzas. Esta es la gran diferencia.

En el pasaje de hoy, Jesús nos invita a venir a él con nuestras cargas, y él nos dará descanso. Lamentablemente hay ocasiones en las que venimos al Señor con nuestras cargas, pero no recibimos ese descanso que él nos promete. ¿Por qué? Simplemente porque no "echamos las cargas sobre él", o sea no las "soltamos". Nos pasa como al señor que estaba en la carretera pidiendo transportación con un bulto en la cabeza, y un hombre en un camión se detuvo. El señor se montó en la parte de atrás del camión, pero cuando el chofer miró por el espejo retrovisor, vio que el hombre continuaba llevando la carga sobre su cabeza en vez de echarla en el piso del camión. ¡Pobre hombre!

La razón por la que no “soltamos” las cargas en los brazos del Señor es simplemente porque no tenemos fe. Nos aferramos a lo que nosotros consideramos es la manera de resolver el problema y queremos continuar en control. No estamos dando el control al Señor. Le estamos pidiendo que nos dé "una manito", pero nosotros seguimos dirigiendo. Cuando llevamos el yugo de Jesús, es decir cuando nos unimos a él de la manera en que el yugo une a dos bueyes que trabajan juntos, y nos dejamos dirigir por él, el Señor nos da el descanso que promete, el cual es más que un descanso puramente emocional, superficial y temporero; es un descanso profundo y eterno, un descanso espiritual.

El apóstol Pablo escribió en Filipenses 4:6-7: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones, en toda oración y ruego con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." Es decir, cuando por medio de la oración venimos al Señor, él toma nuestras cargas, nuestras preocupaciones, nuestros afanes, nuestras ansiedades y las convierte en paz y tranquilidad. Si sientes que las cargas te abruman, acércate al Señor en oración y échalas en sus brazos.

ORACION:
Bendito Dios, gracias por tu promesa de ayudarme con mis cargas. Por favor aumenta mi fe y enséñame a soltarlas sobre ti y olvidarme de ellas, con la confianza de que darás descanso a mi alma y me llenarás de tu paz. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia, Misericordia y Paz”
Dios te habla

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