martes, 15 de mayo de 2012

NO ES PELEAR POR PELEAR, ES CONTENDER POR LA FE



Es muy importante reconocer que las Escrituras nos hablan de batallar en la defensa de la Fe, enfrentándonos con la predicación correcta de la Palabra, contra los apóstatas y los corruptores del evangelio. No sugiere una guerra contra cada cambio trivial que existe en el pensamiento de alguien acerca de las doctrinas difíciles o no esenciales. Ciertamente, no es un llamado a ser belicosos cada vez que haya un desacuerdo en la iglesia. A veces, aun los amigos cercanos y los verdaderos hermanos en Cristo están en brusco desacuerdo, pero este no debe escalar al combate mortal (Salmos 133: 1; Juan 13: 35; I Corintios 1: 10; Efesios 4: 3-6).

El llamado a “pelear” hecho por Judas, en su epístola, se aplica cuando existe una seria amenaza a “la fe que ha sido una vez dada a los santos”, el tipo de falsa enseñanza que socava los fundamentos del evangelio. El error que Judas tiene en mente no proviene de un leve malentendido acerca de un texto complicado. Él está hablando acerca de la herejía que está arraigada principalmente en la incredulidad voluntaria, una negación del “único soberano y Señor Jesucristo” (Judas 4). Tiene en mente un error que corrompe el carácter esencial del evangelio. Está hablando del error condenable. Enfatiza ese hecho cuando dice que los proveedores de tales herejías están destinados a la condenación. Ahora, tengamos en cuenta que esos errores, a veces son muy sutiles y difíciles de distinguir. La única forma de desarrollar el discernimiento necesario para detectar el error sutil, y evaluar correctamente su peligro, es consagrarse uno mismo conscientemente a la tarea de discernir correctamente la Palabra de Dios (II Timoteo 2:15). Esa cualidad debe ser perfeccionada con trabajo extra por medio de la diligencia fiel.

Nuestro llamado es a confrontar aquellos falsos maestros que deliberadamente intentan permanecer encubiertos, que pretenden lealtad a Cristo, pero su doctrina contradice esa profesión. Puede ser bastante difícil ver pasar la profesión falsa de fe alguien, y evaluar la verdadera gravedad del error. Esa es una de las razones principales por la cual los juicios severos no deben hacerse ligeramente. “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7: 24).

Aún el fanatismo es un claro peligro del cual nos tenemos que guardar cuidadosamente. Efectivamente existen críticas hoy día que operan todo el tiempo, siempre buscando pelea, tomando el deleite carnal meramente en controversia por el bien de la controversia, y juzgando de una forma a veces muy severa o demasiado rápida. No caigamos en la trampa de suponer que las opiniones más críticas y las que se fijan en las pequeñeces, son automáticamente las más “discernientes”. Tengamos cuidado con las personas que no muestran prudencia o moderación acerca de juzgar severamente. El verdadero discernimiento se adquiere cuando consagramos nuestros corazones y nuestras mentes a la sabiduría bíblica, no fomentando un espíritu crítico. De hecho, la Escritura dice que aquellos que son beligerantes o pendencieros, no encajan en el liderazgo espiritual (II Timoteo 2: 24-25). Ese es el espíritu que debemos cultivar. Contender ardientemente por la fe no requiere que nos convirtamos en pendencieros.

“Gracia y Paz”
(John MaCarthur)

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