martes, 24 de marzo de 2015

SI EL HIJO LOS LIBERA, SERÁN USTEDES VERDADERAMENTE LIBRES



Estoy aprendiendo lo peligroso que es ser esclavos de un pecado. El Señor me recuerda constantemente que es muy fácil ser esclavo sin siquiera notar que lo soy. Yo pensaba que este versículo (Juan 8:36) se aplicaba para los que tienen “grandes pecados”, pero finalmente se que no hay tamaños de pecado, pues si fallo en uno es como si fallara en todos: “Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda” (Santiago 2:10).

Sin embargo, Dios en su bondad nos recuerda tanto en este pasaje, como en tantos otros que se encuentran en su Palabra, que podemos dominar el pecado, no en nuestras fuerzas, sino en Sus fuerzas, con Su poder y Su gracia. “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Cristo, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo” (Hebreos 12:1-3).


¡Gracia y Paz!

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