martes, 3 de marzo de 2015

¿POR QUÉ NO PERDONAS CÓMO DIOS PERDONA?


Miqueas 7:18-20
“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos”.

Generalmente a todos nos cuesta mucho trabajo perdonar a quienes nos han ofendido. Pero a medida que crecemos espiritualmente, y entendemos que para mantener una buena comunión con el Señor es necesario perdonar, entonces hacemos un esfuerzo y extendemos nuestro perdón al ofensor. Pero muchas veces lo hacemos a regañadientes y con el ceño fruncido. Incluso a veces decimos: “Bueno, yo perdono pero no olvido”. Ciertamente, esta no es la manera en la que Dios desea que perdonemos. Dios espera que nuestro perdón sea igual al perdón que él nos ha otorgado a través del sacrificio de Cristo. Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, los exhortó a que pidieran al Padre: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Para lograr esto, el pasaje de hoy nos enseña algunos puntos que debemos poner en práctica:

1. Dios se olvida del pecado de sus hijos. ¡Qué maravilloso es que el Señor quiere que lo conozcan no sólo porque es capaz de perdonar, sino también porque no se acordará nunca más de nuestros pecados, ni los mencionará jamás! Alguien dijo: “Dios tiene muy buena memoria. Él siempre recuerda olvidar”. En Jeremías 31:34, Dios dice: “Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.

2. Dios se enoja ante la maldad y el pecado, pero vuelve a derramar su amor sobre nosotros tan pronto nos perdona. Cuando dejamos que el enojo permanezca en nuestros corazones, echa raíces y se crea un resentimiento que no nos permite perdonar genuinamente. Antes que termine el día tenemos que orar y pedir la ayuda del Espíritu Santo para que nos ayude a disipar cualquier enojo que se haya producido durante el día. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26).

3. Dios se deleita en misericordia. La misericordia de Dios se manifiesta cuando no nos da lo que merecemos recibir. Y este pasaje dice que el Señor “se deleita en misericordia”. Esto es lo que más difícil nos resulta hacer a nosotros. Quizás podamos llegar a perdonar genuinamente, pero, ¿deleitarnos en tener misericordia con los demás? ¿Sentir deleite en perdonar? Esto está tan lejos del alcance de nuestra naturaleza humana, que realmente es imposible lograrlo sin el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros. De esta manera Esteban, “lleno del Espíritu Santo”, pudo perdonar a un grupo de enfurecidos judíos que lo apedreaban hasta que lo mataron. Dice Hechos 7:60 que Esteban, “puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.

¡Qué preciosa expresión del profeta Miqueas cuando afirma en el pasaje de hoy que Dios “volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”! Alguien añadió lo siguiente: “Y entonces pondrá un letrero que dice: “PROHIBIDO PESCAR” ¡Qué tranquilidad tan grande se siente al saber que cuando nuestro Padre celestial nos perdona, lo hace de verdad y para siempre! Debemos tratar de perdonar de esta manera a aquellos que nos han hecho daño.

Para que podamos perdonar a alguien de la manera en que Dios quiere que perdonemos, es necesario en primer lugar, establecer una íntima y sincera comunión con Dios por medio de la lectura de su palabra y la oración diaria, para que su Santo Espíritu tome autoridad sobre nosotros y pueda llevar a cabo su obra transformadora en nuestras vidas. En segundo lugar debemos hacernos el firme propósito de perdonar y olvidarnos de las ofensas que nos han hecho. Entonces podremos perdonar de manera que agrademos a nuestro Padre celestial.

ORACIÓN:
Bendito Dios, gracias por tu perfecto perdón a través de la sangre de tu Hijo Jesucristo. Por favor capacítame de manera que yo pueda perdonar y amar a aquellos que me han herido, como tú lo has hecho. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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