sábado, 14 de febrero de 2015

¿NO SABES CÓMO VENCER EL MIEDO?


1 Samuel 21:10-15
“Y levantándose David aquel día, huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis rey de Gat. Y los siervos de Aquis le dijeron: ¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿No es éste de quien cantaban en las danzas, diciendo: Hirió Saúl a sus miles, y David a sus diez miles? Y David puso en su corazón estas palabras, y tuvo gran temor de Aquis rey de Gat. Y cambió su manera de comportarse delante de ellos, y se fingió loco entre ellos, y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr la saliva por su barba. Y dijo Aquis a sus siervos: He aquí, veis que este hombre es demente; ¿Por qué lo habéis traído a mí? ¿Acaso me faltan locos, para que hayáis traído a éste que hiciese de loco delante de mí? ¿Había de entrar éste en mi casa?”

Todo ser humano siente miedo en algún momento de su vida. Es un sentimiento natural, producto de nuestra naturaleza pecaminosa. El miedo no proviene de Dios. La Biblia dice que “Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). El miedo surgió después que Adán y Eva pecaron al comer la fruta prohibida. Cuando ellos oyeron la voz de Dios, que se paseaba en el huerto, por primera vez se escondieron de su presencia, y cuando el Señor le llamó en voz alta, Adán respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:10). A partir de aquel momento, el miedo ha sido parte intrínseca de nuestra naturaleza. Desde pequeños empezamos a sentir temor por la oscuridad, o los animales, o la altura, o cualquier otra cosa y acudimos a nuestros padres en busca de protección y de consuelo.

Hasta David, un “hombre conforme al corazón de Dios”, y siervo fiel del Señor, sintió miedo cuando el rey Saúl lo buscaba para matarlo, y huyó despavorido de su presencia. El pasaje de hoy nos cuenta que, mientras huía, David se fue hasta Gat, nada menos que la tierra de sus enemigos, adonde fue reconocido inmediatamente y llevado delante del rey Aquis. La fama de David era conocida en todas partes, pues había matado a miles de filisteos. Ahí el rey Aquis tenía una oportunidad de vengarse. Entonces David, aterrorizado, “se fingió loco entre ellos, y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr la saliva por su barba.” Aquis lo echó de allí con desprecio diciendo: “He aquí, veis que este hombre es demente; ¿por qué lo habéis traído a mí?” Quebrantado y sumamente humillado, de allí David huyó a Adulam en Judá. Había cerca una colina llena de cavernas. Y lleno de temor se metió en una de aquellas cuevas para esconderse de sus enemigos.

El miedo había llevado a David al punto más bajo de su vida. Allí tuvo la oportunidad de reflexionar en lo que había hecho. Y comenzó a clamar a Dios. Entonces sintió la ternura y el fiel amor del Señor. Y el temor empezó a desaparecer y un espíritu de confianza le invadió. Así lo expresó al escribir el Salmo 56: “Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día. Todo el día mis enemigos me pisotean; porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia. En el día que temo, yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?” (vv. 1-4). Finalmente David reaccionó de la manera en que debió haberlo hecho desde el principio.

¿Sientes miedo por algo? ¿Alguna situación difícil, ya sea económica o emocional? ¿Alguna enfermedad? ¿Algo que crees te va a hacer daño, y no sabes cómo evitarlo? El espíritu de temor puede llevarte a la destrucción si no reaccionas rápidamente en contra de él. Cuando sientas miedo, inmediatamente acude a Dios en busca de su ayuda. En este momento, arrodíllate y clama a Dios. Di por fe, como David en el Salmo 23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Supera tu desánimo y alaba al Señor con cánticos; reprende el espíritu de temor; y aférrate a la promesa de que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Con toda seguridad la paz y el gozo del Señor llenarán tu corazón, y todo temor desaparecerá de tu vida.

ORACIÓN:
Padre celestial, un espíritu de temor está afectando mi vida, pero hoy yo expreso que tú eres mi Pastor, que cuidas de mí y que no tengo que temer a nada, pues si tú eres por mí nada ni nadie podrá contra mí. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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