sábado, 21 de febrero de 2015

¿CONOCES LAS CONSECUENCIAS DE LA SOBERBIA?



Daniel 5:18-21
“El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place”.

Estas palabras fueron pronunciadas por el profeta Daniel a Belsasar, rey de Babilonia, cuando éste le llamó con el fin de que interpretara una escritura que había aparecido en la pared de uno de los salones del palacio (Daniel 5:1-5). Daniel entonces le contó acerca del reinado de su padre Nabucodonosor muchos años antes, y de la actitud de soberbia del mismo, y las consecuencias de esa actitud.

En el capítulo 4:29-32 de este libro, vemos la descripción de este evento al cual se estaba refiriendo Daniel. Dios le había dado a Nabucodonosor el reino y la gloria. Y un día, paseándose en el palacio real, mientras contemplaba todas sus riquezas, el rey dijo en voz alta: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” Inmediatamente después que Nabucodonosor pronunció estas palabras llenas de orgullo y soberbia se escuchó la voz de Dios que le decía: “A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere”.

En el Nuevo Testamento encontramos otra historia que refleja una actitud similar con sus correspondientes malas consecuencias. Se trata del rey Herodes Agripa, el cual “echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro” (Hechos 12:1-3). Más adelante la Biblia dice que “un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre!” El rey no los corrigió, ni se mostró en desacuerdo con los halagos de la multitud, sino todo lo contrario, se envaneció y se llenó de orgullo. Y “al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hechos 12:23).

Quizás estos ejemplos puedan parecer extremos en cuanto a los resultados de la soberbia de esos dos hombres, pero siempre debemos aprender de lo que leemos en la Biblia. En mayor o menor grado la persona soberbia tendrá que sufrir malas consecuencias. La Biblia lo resume en Santiago 4:6: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. La humildad es una característica que está relacionada con la obediencia y la sumisión a la voluntad de Dios. El ejemplo por excelencia lo tenemos en Jesús, el cual dejó su gloria y “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Por eso Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:7-9). Y en Mateo 11:29, Jesús nos exhorta a imitarle cuando dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

La persona soberbia no tiene en cuenta para nada la autoridad de Dios, pues su orgullo le hace pensar que no necesita del Señor. Tampoco agradece sus bendiciones pues cree que todo se lo merece. Por eso su vida va dirigida al fracaso.

Reflexiona en esta enseñanza y hazte el firme propósito de conocer la voluntad de Dios leyendo su palabra y orando diariamente. Entonces sé humilde y obedece sus instrucciones. Y sobretodo agradece todas sus bendiciones.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, te ruego me ayudes a asimilar esta enseñanza y a aplicarla a mi vida, de manera que yo pueda actuar con humildad siempre, obedeciéndote y agradeciéndote todas tus bondades para conmigo. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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