martes, 14 de octubre de 2014

¿DISFRUTAS CON PLENITUD CADA DÍA DE TU VIDA?



¿DISFRUTAS CON PLENITUD CADA DÍA DE TU VIDA?

Génesis 8:20-22
“Y edificó Noé un altar al Señor, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocaustos en el altar. Y el Señor percibió el aroma agradable, y dijo el Señor para sí: Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud; nunca más volveré a destruir todo ser viviente como lo he hecho. Mientras la tierra permanezca, la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche, nunca cesarán”.

Había pasado el diluvio, las aguas lentamente se habían retirado, y Dios le dijo a Noé que saliera del arca con toda su familia y todos los animales que estaban con ellos. Entonces Noé edificó un altar para adorar a Dios, y al Señor le agradó y prometió no volver a maldecir la tierra por causa de la maldad del hombre. Y desde entonces la sequía y las lluvias, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche nunca han cesado.

En una ocasión, mientras manejaba su auto camino hacia una iglesia en el campo, un pastor escuchó de uno de sus diáconos que le acompañaba la siguiente exclamación: “¡Qué fría y miserable está esta mañana! ¡Detesto esta clase de tiempo!” El pastor, sonriendo, replicó: “Precisamente le estaba dando gracias a Dios por guardar su Palabra”. --¿Qué quiere usted decir? -- preguntó el diácono. --Bueno, hace más de 3,000 años, Dios prometió que el frío y el calor y la sequía y las lluvias no cesarían, así es que esta clase de tiempo me da la seguridad de que él cumple sus promesas.

Realmente es maravilloso saber que tenemos un Dios que guarda sus promesas, porque él es el mismo Dios que nos promete una vida abundante y eterna a través de su Hijo Jesucristo. Pero para disfrutar esa vida abundante mientras estemos en este mundo, debemos aprender a aceptar con gozo todas las circunstancias que se presenten en nuestras vidas, pues todas son parte del plan de Dios con el fin de prepararnos para pasar la eternidad junto a él. Así lo expresa el apóstol Santiago: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3).

Al igual que las condiciones del tiempo varían de un día al otro, en el aspecto emocional y en el espiritual hay también momentos de frío y momentos de calor; también hay días soleados pero a veces el sol se oculta y negros nubarrones se forman en el cielo; hay paz y también hay tormentas, alegrías y tristezas, gozo y sufrimientos. Todo esto lo experimentaremos en el transcurso de nuestras vidas. Eclesiastés 3:1-4 dice: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar”. Todo aquel que nace pasará por todas estas circunstancias en su vida, “mientras la tierra permanezca”, dice el pasaje de hoy. Pero ¡qué bueno que en medio de cualquier circunstancia, podemos confiar que el Señor no nos abandonará jamás! Jesús dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Esta promesa es para todos los que hemos aceptado a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Si buscamos el rostro del Señor en oración cada día de nuestras vidas, si escudriñamos su santa palabra, meditamos en ella y la aplicamos a nuestro diario vivir, el Espíritu Santo nos capacitará para regocijarnos en todo tiempo, y aceptar la adversidad, el sufrimiento y la tristeza con la seguridad de que será para nuestro bien, como nos afirma Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Entonces podremos decir como el salmista: “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él” (Salmo 118:24).

ORACIÓN:
Amoroso Padre, te doy gracias por tu fidelidad, no importa cuáles sean las circunstancias que me rodeen en este momento. Por favor, capacítame para disfrutar plenamente de este día, sabiendo que tú estás conmigo siempre y que todo lo que me pase, redundará en bendición para mi vida y la de mi familia. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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