viernes, 11 de julio de 2014

¿HOY TE ENCUENTRAS LUCHANDO CONTRA EL DESÁNIMO?



¿Hoy te encuentras luchando contra el desánimo?

Nehemías 2:11-15
“Llegué, pues, a Jerusalén, y después de estar allí tres días, me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo, y no declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén; ni había cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo cabalgaba. Y salí de noche por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y a la puerta del Muladar; y observé los muros de Jerusalén que estaban derribados, y sus puertas que estaban consumidas por el fuego. Pasé luego a la puerta de la Fuente, y al estanque del Rey; pero no había lugar por donde pasase la cabalgadura en que iba. Y subí de noche por el torrente y observé el muro, y di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y me volví”.

Nehemías era un hombre que amaba a Dios. Él se encontraba en Persia cuando llegó a sus oídos la noticia de que el muro de Jerusalén había sido derribado y sus puertas quemadas. Esto le afectó profundamente y lloró, e hizo duelo, y ayunó y oró por varios días (Nehemías 1:4). Entonces Dios puso en el corazón de Nehemías la enorme tarea de reconstruir los muros. El rey Artajerjes de Persia, de quien Nehemías era el copero, notó la tristeza de su siervo y a petición de éste le concedió que fuese a Jerusalén con el fin llevar a cabo la difícil tarea de la reconstrucción (Nehemías 2:1-6).

Cuando Nehemías llegó a Jerusalén pudo ver con sus propios ojos la destrucción que había por todos lados, nos cuenta el pasaje de hoy. Entonces reclutó a unos cuantos hombres, a los cuales se dirigió diciéndoles: “Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio” (Nehemías 2:17). Seguidamente añadió este hombre de Dios: “Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos”. Sin duda las noticias no eran buenas, pero aquellos hombres, entusiasmados por la exhortación de Nehemías, se levantaron decididos a derrotar la tristeza y la decepción que había caído sobre ellos, y pusieron manos a la obra de reconstrucción del muro.

Todo ser humano va a encontrar situaciones en su vida que lo van a decepcionar. Nadie está exento de esto. Pero no todos reaccionan de igual manera ante la decepción o la desilusión. Algunos son más afectados que otros, llegando a caer en un estado de desánimo tal que puede llevarlos a la depresión y a una total parálisis. ¿Qué podemos hacer para recuperarnos de una fuerte decepción o contrariedad?

Es importante entender que el desánimo no es más que una de las opciones que puede elegir cada persona que se siente decepcionada o desilusionada. Este es un estado de la mente y del espíritu en el cual nos volvemos temerosos y perdemos la confianza en nosotros mismos, en Dios o en los demás. Podemos caer en el desánimo si nos dejarnos controlar por los efectos de la desilusión, o podemos enfrentarnos a la situación y considerar otras opciones, como hizo Nehemías. No es que él fuera un soñador optimista, sino que su confianza estaba puesta en la mano y el poder del Dios todopoderoso. Así se enfrentó a aquellos que se oponían a la obra de reconstrucción, diciéndoles: “El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”. Sólo una gran fe en Dios puede dar lugar a tal seguridad en la victoria, a pesar de tantas circunstancias negativas. De esta manera lograron edificar el muro. Y dice la Biblia en Nehemías 12:27 que dedicaron el muro e hicieron fiesta “con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras”.

¿Has sufrido una decepción? ¿Hay algún “muro” que necesita ser reparado en tu vida? No te desanimes. Pon tu confianza en Dios, como hizo Nehemías, y da un paso de fe con absoluta seguridad en la victoria. Nunca olvides que aquel que está en ti es más grande que cualquier obstáculo que esté impidiendo su reparación. Y que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”, dice Romanos 8:31.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, gracias nuevamente por este día y gracias también porque puedo traer ante ti cualquier desilusión o decepción de las tantas que he sufrido a lo largo de mi vida. Por favor te pido aumentes mi fe para que vea que en tu amor y tu poder encontraré el ánimo, la paz y las fuerzas para seguir adelante hasta la victoria. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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