miércoles, 7 de mayo de 2014

¿AÚN NO SOMETES TU VOLUNTAD A LA VOLUNTAD DE DIOS?


¿Aún no sometes tu voluntad a la voluntad de Dios?

Hebreos 10:9, 10
“…He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”.

[Lee Hebreos 10:5-10]

Cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros. Entonces se establece una guerra entre nuestra naturaleza carnal y la nueva naturaleza espiritual en Cristo Jesús. Con el fin de ilustrar este concepto, un predicador contó la siguiente historia en uno de sus sermones. Dijo: “Yo tenía una perrita cuyo juego favorito era tirar de un juguete plástico para arrebatármelo. Agarraba un extremo del juguete con los dientes, y yo agarraba el otro extremo con la mano. Puesto que era una perra pequeña, en ocasiones yo la levantaba del suelo pero ella seguía aferrada al juguete obstinadamente”. La naturaleza humana pecaminosa, a la cual la Biblia llama “la carne”, se parece mucho a esa perrita, se aferra a los hábitos y costumbres, y se empeña en lograr lo que desea.

Desde muy temprana edad nuestras palabras y acciones dicen: “Hágase mi voluntad”. Gritamos de rabia cuando no podemos hacer lo que queremos, y nos reímos cuando satisfacemos nuestros deseos. Así crecemos y continuamos desarrollando ese hábito, de manera que cuando nos dirigimos a Dios, instintivamente lo hacemos con el fin de que él se adapte a nuestra voluntad, en lugar de nosotros conformarnos a la suya. Entonces aprendemos que en nuestra relación con Dios sucede lo contrario a nuestra vida carnal. Es cuando hacemos su voluntad que encontramos la verdadera paz y felicidad, porque su voluntad es “agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Esto es algo que nos resulta muy difícil entender, sin embargo por fe debemos tratar de hacerlo siempre, confiando en que al final recibiremos muchas bendiciones.

El pasaje de hoy nos habla de “la ofrenda del cuerpo de Jesucristo” en la cruz del Calvario, por medio de la cual hemos sido “santificados”, es decir separados para Dios para siempre. Este fue el plan de Dios para la humanidad perdida. Con ese fin envió a su Hijo, para reemplazar los holocaustos y expiaciones por el pecado que se hacían cada año, “porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:4). Por eso dicen los versículos 6 y 7: “Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Jesús vino a este mundo no sólo con el propósito de ofrendar su vida para librarnos de la condenación eterna, sino también para darnos un ejemplo de obediencia al someter siempre su voluntad a la voluntad de Dios.

Junto al pozo de Jacob (Juan capítulo 4), cuando sus discípulos le ofrecieron de comer, Jesús les contestó de la siguiente manera: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”. Y así lo hizo hasta que completó su obra en la cruz del Calvario. A pocas horas de su muerte, en el huerto de Getsemaní, postrándose en oración Jesús clamó: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa...” Pero en el aliento siguiente abandonó su propia voluntad y se sometió a la voluntad de Dios diciendo: “...pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Después se dirigió a la cruz y ofreció su vida por cada uno de nosotros. Y dice la Biblia que al tercer día resucitó y entonces Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).

Debemos seguir siempre el ejemplo de nuestro Señor, sabiendo que, aunque resulte difícil y a veces doloroso, cuando hacemos la voluntad de Dios siempre seremos abundantemente bendecidos.

ORACION:
Amado Dios, te suplico perdones mis ofensas. Perdóname porque aún busco satisfacer mis deseos carnales y mundanos. Por favor ayúdame a librar la guerra que hay entre mi naturaleza carnal y la nueva naturaleza espiritual que tú me ofreces. Por favor Señor, no permitas que el enemigo me haga caer en sus trampas. Dame sabiduría y el poder de tu Santo Espíritu, para vencer las tentaciones. Te ruego me ayudes a someter mi voluntad a tu voluntad, cueste lo que cueste. Haz en mi vida lo que tú quieras no lo que yo quiera, te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla


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