martes, 18 de marzo de 2014

¿A QUIÉN ACUDES EN LA ENFERMEDAD?



¿A quién acudes en la enfermedad?

Isaías 38:1-5
“En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová, y dijo: Oh Jehová, te ruego que te acuerdes ahora que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos. Y lloró Ezequías con gran lloro. Entonces vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Ve y di a Ezequías: Jehová Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años”.

El rey Ezequías reinó en Judá veintinueve años. La Biblia dice que él “hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (2 Reyes 18:3). La escritura de hoy nos dice que Ezequías se enfermó, y su enfermedad era de suma gravedad. El profeta Isaías le habló de parte de Dios diciéndole que ordenara su casa pues pronto moriría. Entonces Ezequías vino delante del Señor en oración, afligido y clamando por sanidad. Dios escuchó su clamor, y lo sanó, y añadió a su vida quince años.

La Biblia nos cuenta también de otro rey de Judá llamado Asa, el cual, al igual que Ezequías, “hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (1 Reyes 15:11). En 2 Crónicas 16:12a leemos que “en el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies…”. Muchos comentaristas bíblicos afirman que esta enfermedad era una especie de gota. Hasta aquí son muy similares estas dos historias. Pero continúa el v.12 diciendo que el rey Asa, “en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos”. Asa puso su confianza en la ciencia de aquellos tiempos, y no consideró necesario acudir a la ayuda del Dios todopoderoso en busca de sanidad. Y dice el v.13 que “durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado”.

Ambos reyes habían actuado conforme a los decretos de Dios, complaciendo al Señor en todo lo que hacían. Pero al encontrarse enfermos de gravedad, sintiendo que el fin de sus vidas se aproximaba, uno de ellos clamó al Señor por sanidad, mientras que el otro buscó la ayuda de los médicos. Ezequías fue sanado y Dios le dio quince años más de vida. Asa, por el contrario, murió poco tiempo después.

Hay otros ejemplos en la Biblia en los que podemos ver el inmenso poder sanador de Dios. Lucas nos cuenta que en una ocasión, mientras Jesús caminaba rodeado de una gran multitud, “una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.” (Lucas 8:43-44). Esta mujer, la cual había sufrido de esa enfermedad por tanto tiempo, oyó que Jesús estaba cerca y haciendo un gran esfuerzo a través de tan grande multitud se llegó al Señor y logró tocar el borde de su manto, confiando plenamente que sería sanada. “Y al instante se detuvo el flujo de su sangre”. Cuando Jesús se dio cuenta de lo que había sucedido, le dijo a la mujer: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz” (v.48). No sólo fue ella sanada de la enfermedad que la azotaba, sino que allí mismo obtuvo la salvación de su alma.

Debemos clamar al Señor en la enfermedad y el dolor, y esperar confiando en su misericordia. Él es nuestra fuente más confiable de sanidad. Y al igual que en los tiempos bíblicos, él está siempre a nuestro alcance cuando clamamos a él. No hay duda de que, si él lo desea, puede sanarnos sin que la ciencia intervenga, pero quizás él tenga un plan determinado al usar a un médico. Muchas veces el diagnóstico ha sido completamente negativo de parte de la ciencia, pero Dios se ha glorificado delante de todos sanando a la persona enferma.

Ciertamente el poder y la sabiduría de Dios están muy por encima de la ciencia médica, de doctores, medicinas, y de toda la sofisticada tecnología de estos tiempos pero, si es su voluntad, nosotros debemos usar para nuestro beneficio los adelantos de la ciencia. Por eso, en medio de la enfermedad, lo primero que debemos hacer es orar poniendo nuestra situación en manos del Señor, buscando la dirección del Espíritu Santo.

ORACIÓN:
Padre santo, gracias porque en la enfermedad podemos venir a ti en busca de sanidad para nuestros cuerpos. Te ruego me des discernimiento para conocer siempre lo que tú quieres que yo haga, y que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla 

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