miércoles, 22 de mayo de 2013

¿PORQUÉ DUDAS?



Mateo 14:28-31
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”

La Biblia nos relata que en una ocasión una gran tormenta sorprendió a los discípulos en medio del mar. Los vientos eran tan fuertes que amenazaban con hundir la barca. En ese momento “Jesús vino a ellos andando sobre el mar”, y les habló con el fin de animarlos. En la oscuridad de la noche, los discípulos no reconocieron a Jesús. Fue entonces que el impetuoso Pedro le respondió al Señor de la manera que nos cuenta el pasaje de hoy. Cuando Jesús le dijo: “Ven”, Pedro descendió de la barca y “andaba sobre las aguas para ir a Jesús”. Pero tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces el Señor le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”

Mientras Pedro mantuvo su mirada fija en Jesús pudo caminar perfectamente sobre las aguas. Pero tan pronto dudó y apartó su mirada del Maestro, comenzó a hundirse. Eso es exactamente lo que nos pasa a nosotros en muchas ocasiones; apartamos la mirada del Señor, nuestra fe flaquea, dudamos y nos hundimos en la desesperación. La duda es un sentimiento destructivo. Nos llena de incertidumbre, hace que actuemos con inseguridad, y afecta nuestra capacidad de acercarnos a Dios y recibir su sabiduría y su poder para actuar en circunstancias difíciles. ¿Cómo, pues, podemos eliminar las dudas? Las dudas desaparecen de nuestras vidas cuando creemos de todo corazón las siguientes verdades:

Primera: Dios nos ama siempre, en todas las circunstancias. Nos resulta fácil creer esto cuando pensamos que nos estamos “portando bien”, pero no cuando estamos concientes de que hemos sido desobedientes. Sin embargo, debemos estar seguros que el amor de Dios es incondicional, pues aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados, Cristo dio su vida por nosotros. Esto afirma Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Segunda: Los que hemos aceptado a Jesucristo como nuestro salvador, hemos recibido “la adopción de hijos de Dios”, dice Gálatas 4:5. ¡Qué maravilloso que el Dios de todo poder nos considere sus hijos y que podamos contar con su infinito amor siempre! Así continúa diciendo Romanos 5:9: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. Dios ha perdonado nuestra desobediencia. El sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario nos justificó y nos reconcilió con nuestro Padre celestial. Y aun cuando fallamos y caemos, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, dice 1 Juan 1:9.

Tercera: Mientras estemos en este mundo Cristo es el intermediario perfecto para llevar todas nuestras cargas y necesidades al único que puede suplirlas plenamente. Si él sufrió horriblemente en la cruz al dar su vida por nosotros, no debemos tener la más mínima duda de que cuando nos llegamos a él humildemente, nos recibirá y suplirá nuestras necesidades de todo tipo, y llenará nuestra alma de esa preciosa paz “que sobrepasa todo entendimiento”. Hebreos 4:15-16 nos anima de la siguiente manera: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

Por todo esto debemos tener la completa seguridad de que podemos llegarnos a nuestro Padre celestial con toda confianza, sin temor, sin dudas de ningún tipo y clamar a él por su ayuda en medio de nuestra necesidad. Jesús advirtió a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). No podemos evitar los problemas y las aflicciones, pero si confiamos en el Señor, él nos ayudará a salir victoriosos. Tengamos siempre presente lo que dice su Palabra: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

Hazte el propósito de leer la Biblia todos los días, medita en ella, ora. Rechaza toda duda. Mantén tus ojos fijos en el Señor y recuerda siempre que él estará contigo todos los días hasta el fin del mundo.

ORACIÓN:
Bendito Dios, te ruego aumentes mi fe, y me ayudes a echar de mí toda duda que intente robarme la paz y la seguridad de que tú estás en control. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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