martes, 5 de marzo de 2013

¿ESTÁS TRISTE? BUSCA EL GOZO DEL SEÑOR



1 Pedro 1:8, 9
“A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”.

Este pasaje es parte de la primera carta del apóstol Pedro, el cual les escribe a sus lectores acerca del Señor Jesucristo “a quien amáis sin haberle visto”. Según Pedro, estos se alegran con una alegría tan grande que no pueden expresarla con palabras, “obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. En el Nuevo Testamento la palabra griega que se traduce como “gozo” describe la felicidad que proviene de una fuente espiritual, como el Espíritu Santo, y no de circunstancias favorables que se desarrollen a nuestro alrededor.

El gozo puede existir en todas las circunstancias. En 1 Tesalonicenses 1:6 dice: "Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la Palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo". Los creyentes de la iglesia de Tesalónica estaban en medio de gran tribulación. Estaban sufriendo mucho, estaban pasando por una tremenda prueba, pero aún así pudieron sentir el gozo del Espíritu Santo. Aún en medio de la prueba estaban gozosos, pero ese gozo no era de ellos, sino que provenía del Espíritu Santo.

En el Antiguo Testamento leemos también que Dios es la fuente de gozo. Nehemías 8:10 dice: “No os entristezcáis, porque el gozo del Señor es vuestra fuerza”. Es decir, el gozo proviene del Señor y es, además, nuestra fortaleza. El gozo del Espíritu Santo está íntimamente relacionado con la fortaleza espiritual. Por el contrario la falta de gozo equivale a debilidad espiritual. Cuando estamos tristes, es señal de que estamos débiles espiritualmente y somos víctimas fáciles del enemigo, el cual quiere vernos destruidos. El gozo que proviene de Dios elimina la tristeza. Si estás triste, busca el gozo del Señor.

Jesús también sintió tristeza en ocasiones. En Getsemaní, a pocas horas de su muerte en la cruz, les dijo a sus discípulos: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38). Pero Jesús conocía la fuente de gozo y de fortaleza, y allí mismo se postró y clamó al Padre tres veces, sometiendo a él su voluntad, y Dios envió un ángel para fortalecerlo, dice Lucas 22:43. Poco después Jesús se puso de pie, fortalecido y listo para enfrentarse a la terrible prueba. Entonces les dijo a sus discípulos: “He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores” (Mateo 26:45). Las circunstancias no cambiaron desde que Jesús dijo: “Mi alma está muy triste” hasta el momento en que se puso de pie. La voluntad del Padre era que él muriera en la cruz del Gólgota y no hubo cambio alguno en su plan. Pero sin duda algo sucedió que eliminó esa tristeza y le dio la fortaleza que él necesitaba. La respuesta está en Hebreos 12:2 donde leemos que Jesús, “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz". Él pudo soportar el dolor y el sufrimiento de la cruz porque sabía que después de la prueba le esperaba el gozo de estar de nuevo disfrutando junto a su Padre en el reino de los cielos.

Es la fe, sin lugar a dudas, el factor principal en una vida de victoria. Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Aquel que confía plenamente en las promesas del Señor va caminando por este mundo reflejando paz y gozo constantemente, independientemente de las pruebas y sufrimientos que se atraviesen en su camino. No es la ausencia de pruebas y sufrimientos lo que diferencia al creyente del no creyente. Es la manera en que el creyente pasa a través de esas pruebas cuando ha madurado al punto que su primer objetivo es imitar a Jesús en todo. Cuando te sientas triste y sin ánimo, arrodíllate y clama al Señor, de la manera en que él lo hizo en Getsemaní. Alábalo y rinde a él tu voluntad. Confía que él te ama y está en control de todas las circunstancias. Entonces sentirás una paz y un gozo inefables y tendrás fuerzas para seguir adelante en victoria.

ORACIÓN:
Padre santo, me postro delante de tu trono de gracia trayendo ante ti mi tristeza y mi desaliento. Te pido que hagas tu voluntad en mi vida, aún en contra de mis deseos, para que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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