domingo, 17 de marzo de 2013

¿DEJAS TÚ QUE DIOS TE MOLDEE?



Jeremías 18:1-6
“Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel”.

La mayoría de los niños se divierten jugando con barro. Para ellos es muy divertido moldear con sus manos alguna figura, y luego, con orgullo, enseñar su “obra de arte”. Ciertamente es divertido tomar un pedazo de lodo, amasarlo, prensarlo y darle la forma que uno quiere de acuerdo a la creatividad de cada uno. Y si el resultado no es el esperado, tratar de nuevo no es nada difícil. Y así una y otra vez hasta que el producto final satisfaga a su creador. De la misma manera, el alfarero del cual nos habla el pasaje de hoy maniobraba con el barro haciendo vasijas. Y si alguna vasija se echaba a perder, él hacía otra vasija, “según le parecía mejor hacerla”. Dios mandó a Jeremías a casa de este alfarero con el fin de revelarle una profunda enseñanza en relación al pueblo de Israel, y sus planes para con este pueblo. En el taller de aquel alfarero, Jeremías descubrió el anhelo de Dios de moldear a su pueblo conforme a sus planes y propósitos.

Sin embargo, el pueblo de Israel se caracterizó por su rebeldía. Todo lo contrario a lo que Dios esperaba de ellos. El profeta Isaías declara en Isaías 64:6: “Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. El profeta habla en nombre del pueblo de Israel reconociendo sus pecados y su maldad y admitiendo que sus “justicias”, o sea sus mejores obras, son “como trapo de inmundicia”. El reconocimiento de una vida de maldad alejada de Dios es el primer paso para el arrepentimiento y la confesión de pecados ante el Señor. Después dice: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre, nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos, somos todos nosotros” (v.8). Isaías clama a Dios con la esperanza de que él, siendo el padre de esta nación y el Gran Alfarero que los formó, todavía pueda hacer algo con el “barro” que ha decidido dejarse moldear.

Todos los que hemos aceptado a Jesucristo como salvador formamos ahora el pueblo de Dios, y somos parte de los planes de nuestro Creador. Dios quiere que nuestras vidas sean en sus manos como el barro en las manos del alfarero. Su deseo es moldearnos de manera que lleguemos a ser “conformes a la imagen de su Hijo”, dice Romanos 8:29. Pero a diferencia del barro que es moldeado por las manos del alfarero sin presentar resistencia alguna en el proceso, nosotros tenemos la capacidad de decidir si permitimos que el procedimiento se lleve a cabo o no. Esto, generalmente, resulta en obstáculos para que los planes de Dios se lleven a cabo, lo cual es sumamente lamentable ya que el propósito del Señor en nuestras vidas es llenarnos de su paz, de su gozo, de su amor y de sus bendiciones aun en medio de las pruebas y dificultades por las que tendremos que pasar.

El primer paso que debe dar un creyente que desea crecer espiritualmente es actuar como barro en las manos de Dios, sometiéndose a su voluntad, sin poner resistencia a la acción transformadora del Espíritu Santo que se está llevando a cabo en su vida. Al examinar tu vida, ¿puedes decir sinceramente que eres como barro en las manos de Dios? ¿Es la obediencia un elemento fundamental en tu comportamiento? Si has contestado afirmativamente estas preguntas, ¡Gloria a Dios! Este es el carácter que Dios desea ver en sus hijos. Si por el contrario, reconoces que puedes mejorar en esta área, hazte el propósito de ser como el barro en las manos de Dios, buscando su voluntad por medio de la lectura de su Palabra y la oración diariamente, y rindiéndote a él. Entonces él hará maravillas en tu vida.

ORACIÓN:
Padre celestial, me postro ante tu trono para rogarte que me moldees conforme a los planes que tú tienes para mí. Ayúdame a ser dócil y maleable, como el barro, para que puedas llevar a cabo tu obra en mí sin que yo sea un obstáculo. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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