martes, 19 de febrero de 2013

¿CUÁNTO VALORAS LA PALABRA DE DIOS?



Salmo 119:9-16
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Jehová; enséñame tus estatutos. Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras".

La mayoría de nosotros no ignoraría un dólar que viéramos en el piso. Con gusto lo recogeríamos y lo pondríamos en el bolsillo. Sin embargo, muchas veces ignoramos la Biblia, un cofre cuyo contenido tiene un valor incalculable. En el Salmo 119, David describió su propia experiencia acerca de las ricas bendiciones que recibió mientras estudiaba la Palabra de Dios. En el pasaje de hoy se dirige a Dios diciendo: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. En otra versión bíblica se expresa de esta manera: “En mi corazón he atesorado tu palabra...” Atesorar significa “guardar cosas de valor”. David atesoró en su corazón la palabra de Dios y meditaba en sus mandamientos, reflexionaba en sus caminos, y se deleitaba en las enseñanzas adquiridas. Por eso podía afirmar: “No me olvidaré de tus palabras”. Ciertamente no olvidamos fácilmente lo que atesoramos en el corazón.

No es fácil describir el poder de la palabra de Dios. El apóstol Pablo escribió en 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Y el autor de la carta a los Hebreos nos dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Al leer la palabra de Dios y meditar en ella, ésta penetra hasta lo profundo de nuestras vidas y produce cambios internos que se reflejan en nuestro comportamiento exterior.

Uno de los cambios más importantes es la liberación de los falsos conceptos y ataduras provenientes de tradiciones. Jesús les habla de esto a un grupo de judíos que habían creído en él, y entonces les dice: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31-32). La única manera de conocer la verdad es permaneciendo en la Santa Palabra. Entonces seremos libres; libres del pecado, de todo temor, de la duda, de la confusión, de falsas doctrinas, de la tristeza, de la depresión. La palabra de Dios rompe todas estas cadenas y nos permite disfrutar de verdadera libertad espiritual.

En el Salmo 1, David también expresa las bendiciones que provienen de la Palabra de Dios, cuando dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”.

El apóstol Santiago también nos habla de la Palabra de Dios en Santiago 1:21, 22: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. Es necesario leer la Biblia diariamente, meditando en ella, memorizando versículos, y sobre todo aplicando la palabra de Dios a nuestras vidas. Esto es fundamental en nuestro crecimiento espiritual; no hacemos nada con leer la Palabra de Dios si no la ponemos en práctica. Si seguimos estos pasos, vamos a disfrutar plenamente de la vida abundante que Jesús nos prometió.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por tu palabra, porque a través de ella puedo conocer la verdad y ser totalmente libre. Por favor, dame discernimiento espiritual para entenderla y fuerzas para ponerla en práctica. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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