martes, 13 de noviembre de 2012

¡ATENCIÓN, DIOS QUIERE COMUNICARSE!



Salmo 19:1-4
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”.

Los cuatro primeros versículos del Salmo 19 contienen un gran número de vocablos que expresan la idea de comunicación: “cuentan”, “anuncia”, “emite palabra”, “declara”, “lenguaje”, “palabras”, “voz”. Ciertamente Dios quiere comunicarse con los seres humanos. Primeramente lo hace por medio de la creación, especialmente por la bóveda celeste, la cual nos da una idea de lo infinito que es Dios. Sin embargo, aunque este “mensaje sin palabras” es sumamente elocuente, generalmente el hombre no lo recibe. ¿Por qué? Porque el hombre hizo de sí mismo el centro de sus pensamientos, y vive tan concentrado en sus cosas que no es capaz de captar el mensaje de Dios.

La segunda parte del salmo muestra otra forma de comunicación que Dios emplea para darnos a conocer no solamente su grandeza, sino también sus pensamientos. Veamos los versículos 7 al 10: “La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del Señor es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el precepto del Señor es puro, que alumbra los ojos. El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal”.

Este grupo de versículos se refieren a su Palabra, llamada aquí “ley”, “testimonio”, “mandamientos”. Esta palabra es revelada actualmente de manera maravillosa en aquel que la encarnó: el mismo Hijo de Dios. Dice Hebreos 1:2: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”. Esta palabra nos habla fundamentalmente del supremo mensaje de Dios: su propio Hijo, nuestro Señor Jesús, el Verbo encarnado, y de la salvación a través de su muerte y resurrección. Así lo declara, como testigo presencial, el apóstol Juan: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).

¿Y qué es lo que Dios quiere comunicarnos? ¿Mandamientos severos y duros? ¿Amenazas de castigo por nuestra desobediencia? Todo lo contrario. Su Santa Palabra está llena de amor y esperanza. Dios desea solamente nuestra bendición y nuestro gozo. Así lo demuestran las expresiones: “que convierte el alma”, “hace sabio al sencillo”, “alegran el corazón”, “alumbra los ojos”. Todo esto es una realidad en nuestras vidas, cuando escuchamos atentamente las instrucciones de Dios y las obedecemos fielmente. El pueblo de Israel se caracterizó por su desobediencia, por eso los israelitas se perdieron muchas bendiciones de Dios. En Isaías 48:18, el Señor les dice: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar”.

Dios nos ofrece el privilegio de conocerlo no sólo por medio de su Creación, sino también a través de su Palabra y de una relación íntima con su Hijo Jesucristo. Cuando escuchamos y entendemos su mensaje, conocemos a Cristo y de esta manera conocemos al Padre. Así dijo Jesús a sus discípulos: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais” (Juan 14:7).

Busca el rostro de Dios diariamente por medio de la oración y la lectura de su Palabra. Pide al Señor que te de discernimiento espiritual para escuchar su voz, y entender su mensaje, sabiendo que este es el primer paso para llegar a ser un instrumento en los planes que él tiene para tu vida, los cuales redundarán en bendiciones para ti y tu familia.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, gracias por la maravilla de tu creación que nos habla de tu poder y de tu gloria. Gracias también por tu santa palabra que es perfecta, alimenta mi espíritu, alegra mi corazón y transforma mi carácter. Ayúdame a escudriñarla cada día para conocerte mejor y vivir una vida de íntima comunión contigo. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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