miércoles, 13 de junio de 2012

¿CONOCES A DIOS COMO TU PADRE?



 Mateo 6:9-13
"Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén"

Dios tiene muchos nombres que revelan diferentes aspectos de su carácter, tales como Creador, Rey, Pastor, Proveedor, etc. Pero hay un nombre que suple de una manera muy especial una de las necesidades más grandes del ser humano: "Padre." Cada uno de nosotros nació con un profundo deseo de ser amado incondicionalmente. Muchas de nuestras penas y heridas provienen de no haber satisfecho plenamente este deseo. La Biblia nos dice en el Salmo 68:5 que Dios es “Padre de huérfanos”, y el Salmo 27:10 nos asegura que “aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.”

El pasaje de hoy nos cuenta que Jesús enseñó a sus discípulos a orar. Allí él usó el término “Abba” (“Padre” en Arameo) para referirse a Dios. Este fue un concepto totalmente nuevo en aquellos tiempos. A Dios se le refería como Padre de Israel, pero este nombre fue usado muy esporádicamente en el Antiguo Testamento. Incluso el nombre más común de Dios, Yaveh, era considerado demasiado sagrado para ser pronunciado en alta voz. Muy pocas personas realmente eran consideradas como que tenían una relación personal con Dios.

Aunque Dios se ha mostrado a sí mismo como un Padre amante a través de toda la historia de la humanidad, fue por medio de Cristo que heredamos el enorme privilegio de llamarlo “Padre nuestro”. Gálatas 4:4-7 dice que Dios envió a su Hijo para que nos redimiese y fuésemos adoptados como hijos. Y entonces añade: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Cuando esta relación queda establecida, cuando estamos concientes de que Dios es nuestro Padre, comienzan a manifestarse cambios espirituales dentro de nosotros. Primero se elimina todo temor y nos envolvemos en una relación de amor y de esperanza con Dios. Esto produce en nosotros un sentido de confianza de que podemos acercarnos a nuestro Padre celestial con la seguridad de que él nos va a atender a cualquier hora, en cualquier momento, en cualquier circunstancia, como nos promete Hebreos 4:16.

Es maravilloso el efecto de la palabra "padre", en cualquier idioma que se pronuncie. Muchos misioneros cuentan que uno de los regalos más grandes que el cristianismo lleva a los nativos de regiones incivilizadas es la seguridad de que Dios es un padre amante y bondadoso, y que por lo tanto no tienen que seguir viviendo bajo el temor a sus dioses. ¡Qué tremendo sentido de confianza y seguridad nos da el que podamos llamar a Dios “Padre”! Con esta seguridad debemos caminar en esta vida. Con la certeza de que tenemos un padre amante, cuyo amor es incondicional, y no depende de lo que nosotros hagamos, pues él nos ama de todas maneras. Tan es así que, aún cuando estábamos envueltos en la suciedad del pecado, entregó a su Hijo por nosotros, dice Romanos 5:8. Cuando entendemos esto, debe surgir en nosotros espontáneamente el deseo de amarle a él y de agradarle y obedecerle en todo para que su nombre sea glorificado en nuestras vidas.

La Biblia dice que “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Así es que si has aceptado a Cristo como tu Salvador, puedes llamar a Dios con toda autoridad “Padre”. De lo contrario, si aun no has abierto tu corazón a Jesús, y de veras crees que él es el Señor, y que Dios lo levantó de los muertos, sólo tienes que confesarlo con tus labios, y serás salvo, dice Romanos 10:9-10. Eleva una oración al cielo arrepintiéndote de tus pecados, y pídele a Jesucristo, que entre en tu corazón. Desde este momento puedes llamarle a Dios “Padre”.

ORACIÓN:
Bendito Dios y Señor, gracias te doy por el privilegio que me has dado de ser tu hijo y poder llamarte Padre con toda confianza. Ayúdame a entender mi posición de hijo tuyo en lo más profundo de mi espíritu, y capacítame para honrarte con mi testimonio cada día de mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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