jueves, 3 de mayo de 2012


¿Qué te impide compartir tu fe?
Hechos 8:1-8
“….En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. Predicación del evangelio en Samaria. Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad”.

La declaración de este pasaje de que la iglesia fue esparcida por Samaria es muy significativa. Hasta ese momento los primeros cristianos vivían en los familiares alrededores de Jerusalén. Allí se habían desarrollado después de los acontecimientos de Pentecostés, los cuales trajeron la explosiva expansión de la iglesia. A ellos les hubiese gustado mucho quedarse allí para siempre, pero la persecución los esparció y los llevó a un territorio nuevo: Samaria. Este era un lugar que los judíos consideraban repugnante y que todos preferían evitar. Los profetas del Antiguo Testamento no hablaron bien de Samaria. Por muchísimos años habían existido barreras sociales y religiosas entre judíos y samaritanos.

En Juan capítulo 4, la Biblia se refiere a estas diferencias. Cuenta que Jesús se encontró una mujer samaritana junto al pozo de Jacob y le dijo: “Dame de beber.” Ella le contestó: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.” Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” (Juan 4:7-10). Jesús estaba sentando las bases para lo que sucedería años más tarde, de lo cual nos habla el pasaje de hoy. Sus palabras impactaron de tal manera a aquella mujer que regresó a la ciudad dando testimonio de lo que había oído de labios del Señor. “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.” (v.39).

Después de su resurrección, justo antes de su ascensión al cielo, Jesús encomendó a sus discípulos una importante tarea. Les dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Para que esta encomienda se llevara a cabo fue necesario que hubiera sobre los cristianos una amenaza de muerte y la persecución de que eran objeto. Cuando se trata de dar el testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, absolutamente nada debe detenernos.

Cuando Jesús les dijo a sus discípulos: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15), él no estaba hablando exclusivamente de viajar a otras naciones, aunque esto es importante, sino más bien estaba diciendo: "Mientras ustedes andan en este mundo…" Esto quiere decir que nosotros debemos cumplir esa misión a medida que nos movemos en nuestros centros de trabajo, en el vecindario, en el supermercado, en vacaciones, en el avión, en un restaurante, en la sala de espera del médico, dondequiera que nos encontremos debemos aprovechar toda oportunidad que se presente para comunicar a aquellos que están a nuestro alrededor el Evangelio de Jesucristo. Si cada cristiano le hablara de Cristo solamente a otra persona, el mundo en que vivimos sería mucho mejor.

¿Qué barreras te impiden compartir tu fe? ¿Hay algo que está evitando que hables a otros de la salvación que nos ofrece el sacrificio de la cruz? Pídele a Dios que elimine esa barrera y te use como instrumento para llevar a cabo su plan de salvación para esta humanidad.

ORACION:
Bendito Dios, te ruego que quites de mí todo lo que está impidiendo que yo comparta con otros mi testimonio de las maravillas que tú has hecho en mi vida. Capacítame y úsame para la honra y gloria de tu nombre. Por Cristo Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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