martes, 12 de febrero de 2013

¿SE ESTÁN PONIENDO MUY MALAS LAS COSAS?



Éxodo 5:4-9
“Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas. Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas. Y mandó Faraón aquel mismo día a los cuadrilleros del pueblo que lo tenían a su cargo, y a sus capataces, diciendo: De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y recojan por sí mismos la paja. Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes, y no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios. Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas”.

El pueblo de Israel llevaba mucho tiempo sufriendo bajo el yugo opresor de los egipcios. Dios oyó su clamor y decidió liberarlos de la esclavitud y llevarlos a una tierra muy buena que él les daría. Entonces encomendó a Moisés la tarea de sacarlos de Egipto y llevarlos a la tierra prometida (Éxodo capítulo 3). Siguiendo las órdenes del Señor, Moisés y su hermano Aarón se presentaron ante Faraón y le dijeron: “Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Éxodo 5:1). El pasaje de hoy nos narra la respuesta de Faraón a la osada proposición de ambos. El rey acusó a los esclavos hebreos de holgazanear en el trabajo y ordenó que les multiplicaran el trabajo. Y la situación pasó de mala a terrible.

Entonces algunos de los israelitas se acercaron a Moisés y a Aaron y se quejaron diciéndoles: “Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten” (Éxodo 5:22). Todo esto fue un duro golpe para la fe de Moisés. Ciertamente él no esperaba que las cosas se pusieran peor de lo que estaban. Humillado y decepcionado, Moisés clamó a Dios en medio de su amargura y le pidió una explicación: “Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo”.

En su frustración, quizás Moisés llegó a dudar de la promesa que Dios le había hecho, y se quejó ante él. Pero en realidad nadie estaba malogrando o interfiriendo en los planes del Señor. Antes de que las condiciones mejorasen para sus hijos, Dios los estaba probando permitiendo que su sufrimiento aumentase. Él estaba moviendo las circunstancias conforme a los planes que tenía para su pueblo. Claro que ahora, conociendo el final de la historia, resulta muy fácil para nosotros ver la mano de Dios moviéndose a favor de su pueblo. Pero cuando somos nosotros los que estamos en medio de la tormenta, nos resulta muy difícil ver la luz del amanecer. Es aquí cuando la fe resulta tan importante, pues solamente por fe podemos tener “la certeza de lo que esperamos, la convicción de lo que no se ve”, dice Hebreos 11:1.

A veces puede parecernos que la esperada respuesta a nuestras oraciones está tomando demasiado tiempo, sobretodo si estamos muy ansiosos de que la situación cambie. Aun cuando somos obedientes a Dios, los cielos de la adversidad podrían no despejarse de inmediato. Hasta pudiera ser que las cosas empeorasen, como les sucedió a los israelitas. Y quizás nos quejamos y protestamos, como hicieron ellos. Pero ¡alabado sea el Señor!, pues él ha prometido que su gracia nos sostendrá y estará con nosotros hasta que pase la tormenta. No olvides que cuando se aproxima el amanecer, la noche se torna más oscura.

Si tú has puesto tu problema delante del Señor, y has confiado en él, y estás esperando en él, y aún no te ha contestado o más bien se ha empeorado la situación, mantén firme tu fe porque con toda seguridad Dios está preparando para ti algo mucho más lindo y completo de lo que tú eres capaz de imaginar.

ORACIÓN:
Bendito Dios, gracias por tu Santa Palabra que nos muestra tu fidelidad y tu amor infinito para con tus hijos. Ayúdame a creerla de todo corazón y a aplicarla en mi vida, sobretodo en situaciones difíciles en las que la fe flaquea. Que tenga yo la convicción absoluta que dentro de la tormenta está tu mano poderosa, y que pronto estaré disfrutando de un precioso amanecer. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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