miércoles, 5 de diciembre de 2012

BARRERAS Y BENDICIONES



Juan 4:39
“Y muchos […] creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho”.

¿Qué vio Jesús cuando miró a la mujer junto al pozo en Juan 4? Alguien que necesitaba desesperadamente que la aceptaran y le demostraran amor. Pero por encima de todo, vio a una persona que precisaba lo que solamente Él podía dar: un corazón nuevo.

No fue casualidad que todos los discípulos fueran a la ciudad a comprar alimentos. Sin duda, habrían tratado de advertir a Jesús de que no hablara con esa persona: mujer, samaritana y de mala reputación.

Sin embargo, como Jesús no tenía en cuenta el protocolo, utilizó este encuentro para bendecirla con la verdad del «agua viva» (Juan 4:10). En una simple conversación, echó abajo las barreras de las antiguas hostilidades, de la discriminación de género y del sectarismo étnico y racial. Y esta mujer se convirtió en la primera de muchos samaritanos que confesaron que Jesús era el Mesías (vv. 39-42).

Cuando les contó a los demás sobre su encuentro con un Hombre que le «[había] dicho todo cuanto [había] hecho» ella puso en práctica el principio de sembrar y cosechar que Jesús estaba enseñándoles a sus seguidores (Juan 4:35-38). Muchos creyeron aquel día, y más adelante, Felipe, Pedro, Juan y otros predicarían en Samaria y guiarían a muchos más a Cristo (Hechos 8:5-14; 15:3).

Cuando les hablamos a los demás de nuestro «encuentro» con Jesús, los bendecimos con agua viva.

La fe que vale la pena merece ser comunicada.

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LEA: Juan 4:27-39

Biblia en un año: Filipenses 1–4
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario

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