El 8 de junio de
1972, el reportero gráfico Nick Ut tomó una fotografía que conmovió e impacto
al mundo.
Se trata de la
fotografía tomada a Kim Phuc, una niña vietnamita de 9 años que corría desnuda escapando de las bombas
incendiarias que, por un mal cálculo, cayeron sobre su aldea en Trang Bang , durante la guerra
de Vietnam.
Las bombas de
napalm pueden alcanzar los 800 grados de temperatura, es decir, una temperatura
aproximadamente ocho veces más elevada que el agua hirviendo.
Después del
bombardeo Kim tuvo que enfrentar 14 largos meses de medicamentos y dolorosos
tratamientos. Los estudios y los juegos al aire libre fueron sustituidos por
largos días de terapias y 17 injertos de piel.
Años después,
Kim decidió que quería cumplir su sueño de estudiar medicina y empezó a asistir
a una iglesia cristiana. Sin embargo, a
sus 19 años (una década después del bombardeo), el gobierno de su país la
reclutó para utilizarla como símbolo a favor de sus intereses políticos
internos y externos (algo a lo que ella se oponía).
Después de mucho
insistir y orar, el gobierno de su país
la autorizó para seguir con sus estudios y la enviaron a Cuba donde una familia
adoptiva la recibió con los brazos abiertos. Ahí conoció a Bui Huy Toi, otro
joven vietnamita con el que en 1992 contraería matrimonio y con quien, después
de su luna de miel, iniciaría una nueva vida en Canadá.
En 1996, llegó
un día crucial en la vida de Kim. La Fundación para la Memoria de los Veteranos
de Vietnam la invitó a un acto conmemorativo de la guerra, en Washington. En la
ceremonia conoció a John Plummer, uno de los que había participado en el
bombardeo con napalm.
“Él me dijo, lo
siento mucho, perdóname, entonces nos abrazamos y lloramos”, cuenta Kim.
Kim es un gran
ejemplo de que es posible perdonar a quienes nos han lastimado. Ella fue una
víctima totalmente inocente. Sufrió quemaduras terribles y perdió familiares
durante ese bombardeo pero pudo perdonar a quienes la lastimaron y alcanzó una
libertad plena.
El rencor y la
falta de perdón son mucho más nocivos que el naplam porque sus quemaduras no se
ven pero se sienten, son profundas y no hay medicamento ni ayuda humana que
pueda aliviar el dolor que se siente. Su efecto es extenso y daña todas las
áreas de nuestra vida.
Perdonar no es
una opción, es un mandamiento que más allá del simple perdón. Dios nos
manda a dar un paso más allá, nos ordena
amar a nuestros enemigos… ¡Eso sí puede ser muy difícil pero no es imposible!
“Pero yo digo:
¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen! De esa manera, estarás
actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la
luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los
justos y los injustos por igual” Mateo 5: 44, 45 (NTV)
“Gracias a Dios
aprendí a amar a mis enemigos porque tengo la fe en Jesucristo. Todo aquél que
sienta odio en su corazón, debe saber que es posible perdonar y amar al enemigo
a través de la fe en Dios. Si yo lo hice, todo el mundo puede hacerlo”,
asegura.
Perdonar es el
primer paso para sanar las heridas del corazón y transformar nuestras vidas. No
cambiará el pasado pero, sin duda, nos
permitirá tener un mejor futuro.
“Gracia y Paz”
Ana María Frege
Issa