domingo, 17 de marzo de 2013

NO SEAMOS COMO ELLOS



1 Corintios 10:11
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”.

Dios no nos ha dejado a oscuras. A nosotros, a quienes hemos alcanzado los fines de los siglos, nos ha dejado un registro con su voluntad perfecta, y toda la revelación que hay en Cristo.

Ahora podemos ver sin el velo, siendo capacitados por el Espíritu para interpretar correctamente las Sagradas Escrituras. En ellas podemos ver cómo personas que pisaron esta tierra y anduvieron en ella como nosotros, se vieron expuestos a la ira de Dios por codiciar, tentarlo, fornicar, murmurar e idolatrar. Ellos alguna vez respiraron, comieron, bebieron, hablaron trivialidades, rieron y lloraron, como nosotros. No son sólo nombres o números en la Biblia, sino que ellos fueron almas vivientes, que llevaron la retribución por su pecado.

Pablo está advirtiendo a los corintios, para que no se envanezcan. Les dice que él mismo golpea su cuerpo y lo somete a servidumbre, para no terminar eliminado (1 Corintios 9:27). Luego afirma: «Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo» (1 Corintios 10:1-4).

¿Qué quiere decir con esto? Pablo los quiere hacer meditar, pensar. Les está diciendo: 'fíjense, eran iguales a ustedes'. Estuvieron bajo la nube y pasaron el mar, es decir, salieron de alguna forma del mundo queriendo seguir a Dios. Además, fueron bautizados, y comieron de la misma comida y bebieron de la misma bebida, simbolizando todo esto al cuerpo y la sangre de Cristo. Esto nos recuerda un poco lo que dice Hebreos, refiriéndose a aquellos «que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron...» (Hebreos 6:4-6).

En esos dos últimos pasajes está apuntando a quienes se han congregado junto con los hermanos, siendo así partícipes del Espíritu y alimentados con la Palabra, 'gustando' del don Celestial, pareciendo servir a Dios como todo el resto de los hermanos. Pero, ¿A qué nos quiere llevar Pablo? Nos está diciendo que podemos caer igual que ellos lo hicieron, porque participamos de las mismas cosas de las que ellos participaron, y aun así cayeron. Podemos deslizarnos por barrancos resbalosos, si no atendemos a las señales del camino.

Pero ¿Cuáles son esas señales del camino? Aquello que ya se escribió, que ahora sirve como ejemplo, y están escritas para amonestación de los creyentes de los últimos siglos. Estas señales del camino nos indican que hay muerte y destrucción en la idolatría, fornicación, murmuración y en tentar al Señor. Dios las sigue aborreciendo y abominando tanto como antes lo hizo, aunque ahora no veamos a personas arder por este hecho.

Es preciso estar atentos a estas señales, escudriñando las Escrituras para descubrirlas. La Palabra nos dice: «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol» (Eclesiastés 1:9). Muchos fueron puestos por escarmiento por Dios, para advertir a sus hijos sobre los peligros del pecado. La gran mayoría de quienes fueron destruidos, eran contados dentro del pueblo de Dios, y disfrutaron de las mismas bendiciones de todo el resto del pueblo. Por ello afirma después: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10:12).

En otras Palabras, Pablo nos está diciendo: '¿viste lo que les ocurrió? ¿Qué te hace pensar que no te podría ocurrir a ti? Ten cuidado para que no termines como ellos'. Pero no los deja en la desesperación, ya que luego agrega: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (v. 13).

Es decir, los está animando, ya que Dios nos da todas las herramientas para resistir la tentación, y no terminar como aquellos que fueron puesto por escarnio para nuestra enseñanza y amonestación, pese a haberse contado dentro del pueblo de Dios alguna vez.

El Señor nos ayude a no menospreciar sus preceptos, sino a ser reverentes y temer, para apartarnos del mal.

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

¿DEJAS TÚ QUE DIOS TE MOLDEE?



Jeremías 18:1-6
“Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel”.

La mayoría de los niños se divierten jugando con barro. Para ellos es muy divertido moldear con sus manos alguna figura, y luego, con orgullo, enseñar su “obra de arte”. Ciertamente es divertido tomar un pedazo de lodo, amasarlo, prensarlo y darle la forma que uno quiere de acuerdo a la creatividad de cada uno. Y si el resultado no es el esperado, tratar de nuevo no es nada difícil. Y así una y otra vez hasta que el producto final satisfaga a su creador. De la misma manera, el alfarero del cual nos habla el pasaje de hoy maniobraba con el barro haciendo vasijas. Y si alguna vasija se echaba a perder, él hacía otra vasija, “según le parecía mejor hacerla”. Dios mandó a Jeremías a casa de este alfarero con el fin de revelarle una profunda enseñanza en relación al pueblo de Israel, y sus planes para con este pueblo. En el taller de aquel alfarero, Jeremías descubrió el anhelo de Dios de moldear a su pueblo conforme a sus planes y propósitos.

Sin embargo, el pueblo de Israel se caracterizó por su rebeldía. Todo lo contrario a lo que Dios esperaba de ellos. El profeta Isaías declara en Isaías 64:6: “Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. El profeta habla en nombre del pueblo de Israel reconociendo sus pecados y su maldad y admitiendo que sus “justicias”, o sea sus mejores obras, son “como trapo de inmundicia”. El reconocimiento de una vida de maldad alejada de Dios es el primer paso para el arrepentimiento y la confesión de pecados ante el Señor. Después dice: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre, nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos, somos todos nosotros” (v.8). Isaías clama a Dios con la esperanza de que él, siendo el padre de esta nación y el Gran Alfarero que los formó, todavía pueda hacer algo con el “barro” que ha decidido dejarse moldear.

Todos los que hemos aceptado a Jesucristo como salvador formamos ahora el pueblo de Dios, y somos parte de los planes de nuestro Creador. Dios quiere que nuestras vidas sean en sus manos como el barro en las manos del alfarero. Su deseo es moldearnos de manera que lleguemos a ser “conformes a la imagen de su Hijo”, dice Romanos 8:29. Pero a diferencia del barro que es moldeado por las manos del alfarero sin presentar resistencia alguna en el proceso, nosotros tenemos la capacidad de decidir si permitimos que el procedimiento se lleve a cabo o no. Esto, generalmente, resulta en obstáculos para que los planes de Dios se lleven a cabo, lo cual es sumamente lamentable ya que el propósito del Señor en nuestras vidas es llenarnos de su paz, de su gozo, de su amor y de sus bendiciones aun en medio de las pruebas y dificultades por las que tendremos que pasar.

El primer paso que debe dar un creyente que desea crecer espiritualmente es actuar como barro en las manos de Dios, sometiéndose a su voluntad, sin poner resistencia a la acción transformadora del Espíritu Santo que se está llevando a cabo en su vida. Al examinar tu vida, ¿puedes decir sinceramente que eres como barro en las manos de Dios? ¿Es la obediencia un elemento fundamental en tu comportamiento? Si has contestado afirmativamente estas preguntas, ¡Gloria a Dios! Este es el carácter que Dios desea ver en sus hijos. Si por el contrario, reconoces que puedes mejorar en esta área, hazte el propósito de ser como el barro en las manos de Dios, buscando su voluntad por medio de la lectura de su Palabra y la oración diariamente, y rindiéndote a él. Entonces él hará maravillas en tu vida.

ORACIÓN:
Padre celestial, me postro ante tu trono para rogarte que me moldees conforme a los planes que tú tienes para mí. Ayúdame a ser dócil y maleable, como el barro, para que puedas llevar a cabo tu obra en mí sin que yo sea un obstáculo. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

RESTAURADO POR LA GRACIA



Lucas 15:11-16
“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba”.

La independencia es una cualidad muy valorada. La enseñamos a nuestros hijos, y la exigimos para nosotros mismos. Existen incluso estatuas y monumentos erigidos como homenajes a la autosuficiencia y a la libertad.

Pero la historia del hijo pródigo nos muestra un aspecto menos positivo de la independencia; un aspecto que, lamentablemente, es parte de la naturaleza humana. El hijo rebelde se hace cargo de su propia vida, rechazando el amor y la protección de su padre. Por suerte, la historia no termina con el pecado del joven; termina con la demostración de la gracia restauradora de Dios.

Pecar significa actuar independientemente de la voluntad de Dios. Comienza con un deseo y luego la decisión de ejecutarlo. Cuando lo hacemos, nos encontramos, como el hijo pródigo, en una “provincia apartada”, fuera y lejos de la voluntad de Dios. Mantenerse allí es vivir en el engaño. Nos engañamos al pensar que sabemos más que Dios, ignorando las consecuencias. Después viene la derrota. Por un tiempo, todo puede parecer estar bien, pero al igual que el hijo pródigo, descubrimos que nuestro camino lleva a la derrota. Hasta que finalmente, comenzamos a padecer de hambre espiritual, y de carencias emocionales. Lo que lleva a la desesperación, donde nuestras opciones son pocas y nada agradables.

Pero al igual que la desesperación no es el final de la historia del hijo pródigo, tampoco tiene que ser el nuestro final cuando pecamos. Jesús contó esta historia del amor perdonador del Padre celestial, pues deseaba darnos a conocer la gracia restauradora de nuestro Dios.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE NO SE HACE REMISIÓN



Mateo 26:28
“Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados”.

Dicen que los cristianos tenemos Una Religión Sangrienta, y es verdad (por lo de sangrienta). Dios dice en el antiguo testamento, “Porque la vida de la carne en la sangre está” (Levítico 17:11). Pablo nos dice en Hebreos 9:22, “sin derramamiento de sangre no se hace remisión, (de pecado)”. A través de toda la palabra de Dios, Él nos enseña la imposibilidad de salvarnos nosotros mismos; es decir, por nuestras buenas obras, o por cualquier sufrimiento o sacrificio que hacemos (Efesios 2:9). Nos hemos entregado tan irremediablemente a hacer nuestra propia voluntad y a las obras de la carne, que nos quedamos completamente perdidos y sin esperanza.

No hay nada que podemos hacer. Solo hay que acudir a la fuente de agua viva que nos da nuestro Señor Jesucristo y dejar que su sangre derramada cubra nuestros pecados. Hay un himno antiguo y precioso que pregunta, “¿Qué me puede dar perdón, solo de Jesús la sangre?”

En aquel día lo único que contará será si te arrepentiste de tus pecados y aceptaste el sacrificio de Jesús en la Cruz.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

ORACIÓN



Padre celestial, me postro ante tu trono para rogarte que me moldees conforme a los planes que tú tienes para mí. Ayúdame a ser dócil y maleable, como el barro, para que puedas llevar a cabo tu obra en mí sin que yo sea un obstáculo. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”