¿Das gracias a Dios por los alimentos?
1 Timoteo 4:1-5
“Pero el Espíritu dice claramente
que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a
espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de
mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y
mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias
participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque
todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción
de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”.
El pasaje de hoy es parte de
la primera carta que el apóstol Pablo escribió a su hijo espiritual Timoteo.
Aquí él envía a la Iglesia una enérgica advertencia contra falsos maestros que,
“escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”, prohibían
casarse y consumir ciertos alimentos que, según ellos, satisfacían el cuerpo
pero afectaban negativamente el espíritu. Pablo se muestra totalmente en contra
de esta falsa doctrina, pues “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de
desecharse, si se toma con acción de gracias”. El énfasis está precisamente en
reconocer que Dios es nuestro proveedor y darle gracias a él por su provisión.
Lamentablemente hay una gran cantidad de familias cristianas que se sientan a
la mesa, y no dedican siquiera un minuto para darle gracias al Señor por los
alimentos que están a punto de ingerir.
Una pequeña historia nos habla
de un niño que un día fue invitado a cenar en casa de un amiguito. Cuando el
pequeño se sentó a la mesa, como era la costumbre en su hogar, inclinó la
cabeza y esperó que alguien diese gracias por los alimentos. Sin embargo, las
demás personas que estaban a la mesa comenzaron a servirse la comida. El niño
levantó la cabeza y, mostrando la inocencia propia de su edad, dijo: “Ustedes
son iguales que mi perro. Empiezan a comer enseguida”. Resulta gracioso
imaginar la cara que pusieron los presentes ante esta expresión del niño, pero
es una triste realidad que está sucediendo no sólo en el mundo sino también en
la Iglesia de Cristo. A la mayoría de los cristianos no les resulta fácil vivir
consientes de que los alimentos y todo lo demás que tenemos son un regalo de
Dios, y que a él debemos darle gracias.
Esta actitud refleja el mismo
problema que Pablo destacó en su carta a los Romanos al referirse al pecado de
ingratitud entre los gentiles. Dice Romanos 1:21: “Pues habiendo conocido a
Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se
envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”.
Aquellos que han conocido al Señor y saben que nuestro pan de cada día procede
no del mercado, sino en realidad de la gracia y el amor de nuestro Padre y no
le dan gracias están actuando de esta manera, la cual no glorifica el nombre de
Dios.
Jesús nos dio un buen ejemplo
mientras celebraba la última cena con sus discípulos pocas horas antes de su
muerte en la cruz. El apóstol Pablo describe este momento en su primera carta a
los Corintios capítulo 11, versículos 23 y 24: “Porque yo recibí del Señor lo
que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó
pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí”. Si Jesús
solía dar gracias al Padre por los alimentos, ¿no crees que nosotros debíamos
seguir su ejemplo? Sin embargo, muchas veces actuamos de manera similar al
pueblo de Israel a quien Dios proveyó del maná o “pan del cielo” diariamente
mientras cruzaban el desierto, y no lo agradecieron sino más bien se quejaban
constantemente.
En 1 Tesalonicenses 5:18 dice:
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo Jesús”. Ciertamente debemos agradecer a Dios por todas sus bendiciones y
por su amor y su misericordia. Y cuando vemos en la televisión y en los
periódicos la miseria en la que viven y el hambre que están pasando millones y
millones de personas alrededor del mundo, deberíamos sentir en nuestros
corazones el deseo de agradecer a Dios por su provisión diaria de alimentos.
ORACION:
Padre santo, te doy gracias
por tu amor y por tu provisión diaria, tanto en el área de los alimentos como
en todos los demás aspectos de mi vida. Por favor, ayúdame a reconocer que todo
lo que tengo lo debo a tu amor infinito, y a expresarte mi agradecimiento
siempre. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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