Juan 10:22-28
“Celebrábase en Jerusalén la
fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el
pórtico de Salomón. Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos
turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les
respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi
Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de
mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me
siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará
de mi mano”.
En una ocasión un joven se acercó
a un renombrado profesor de música, y le dijo: “Profesor, yo llevo mucho tiempo
tratando de aprender a tocar la guitarra pero apenas he progresado. Tengo
amigos que tienen un oído tan fino que escuchan una canción solamente una vez y
pueden tocarla, y lo hacen muy bien. ¿Existe algún ejercicio o alguna técnica
que yo pueda utilizar para mejorar mi oído?” El profesor le contestó:
“Práctica, muchacho, mucha práctica”.
Un viejo refrán dice: “La
práctica hace al maestro”. Ciertamente la práctica es muy importante en todos
los aspectos de la vida. Aun los animales, por medio de la práctica desarrollan
un buen oído. En los tiempos de Jesús, a través del trato diario, los pastores
llegaban a tener tal relación con sus ovejas que las llamaban por nombre y
éstas entendían. Las ovejas de un redil eran capaces de reconocer la voz de su
pastor por encima de las voces de otros pastores cuyos rediles apacentaban en
los alrededores.
Jesús usa esta alegoría para
contestar la pregunta que le hacen los judíos en el pasaje de hoy. Se estaba
celebrando en Jerusalén la fiesta de la dedicación, y mientras Jesús caminaba
por el pórtico de Salomón se le acercaron unos cuantos judíos, los cuales le
preguntaron: “¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente.” En otras palabras: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso?
Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente." Sin duda había dos posibles
razones detrás de esta pregunta. Estaban aquellos genuinamente interesados en
conocer la verdad; estaban deseosos de saber si por fin había llegado el Mesías
prometido. Pero también estaban los que querían hacer caer a Jesús en una
trampa para que dijera algo que después ellos pudieran tergiversar y usar para
acusarlo ante las autoridades religiosas.
Jesús les contestó que ya él se
los había dicho, pero que ellos no creían. No sólo lo había afirmado con
palabras, sino también por medio de sus obras, o sea las señales y los milagros
que hacía en nombre del Padre, los cuales pasaban desapercibidos a aquellos que
tenían sus ojos ciegos y sus oídos sordos. “Vosotros no creéis, porque no sois
de mis ovejas”, les dice el Señor. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y
me siguen”. He aquí la gran diferencia: sus ovejas, aquellas cuyo corazón
estaba dispuesto a creer, escucharon su voz y le siguieron porque su oído
espiritual estaba afinado, y fueron receptivas a su mensaje de salvación. A
estas, les dice Jesús, “yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie
las arrebatará de mi mano”.
Nuestro Padre celestial anhela
comunicarse con sus hijos y vivir en comunión con ellos. Para ello él nos habla
constantemente de diferentes maneras, principalmente a través de su Palabra,
pero también se comunica desde su Espíritu a nuestro espíritu. Si queremos
escuchar su voz tenemos que afinar nuestros oídos espirituales. Para ello
debemos buscar su rostro en oración cada día, leer su Palabra, meditar en ella
y esforzarnos en aplicarla en nuestro diario vivir.
Cuando hagamos de esto un hábito
día tras día de nuestras vidas, nuestro oído espiritual se irá afinando y
seremos capaces de escuchar claramente la voz de nuestro Señor y reconocerla en
medio de tantas otras voces que vienen del mundo, y del enemigo de nuestras
almas. Cuando escuchemos su voz, y le sigamos disfrutaremos de todas sus
promesas y sus bendiciones.
ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, por
favor ayúdame a hacer todo lo necesario para afinar mi oído espiritual, de
manera tal que cuando tú me hables yo pueda reconocer tu voz, y aumenta mi fe
para obedecer tus instrucciones siempre. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla