Jeremías 29:4-7
“Así ha dicho Jehová de los
ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de
Jerusalén a Babilonia: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed
del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros
hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y
multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual
os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis
vosotros paz”.
El pueblo de Israel había pecado
abiertamente y había violado su sagrada relación con Dios. Por esta razón, el
Señor los entregó cautivos al rey de Babilonia, y les dijo, por medio del
profeta Jeremías, que servirían a este rey durante setenta años (Jeremías
25:11). Jeremías les da instrucciones de parte de Dios acerca de lo que ellos
debían hacer durante todo ese tiempo en el cautiverio. Les manda que construyan
casas, que siembren, que recojan la cosecha y coman de ella, que se casen y se
multipliquen, es decir, aun en medio de ese período de prueba, debían continuar
su vida normal mientras esperaban que llegara el momento de su liberación
setenta años después. Y lo más importante: debían vivir en paz con todos los
del lugar donde habían sido llevados, y debían buscar el rostro del Señor en
oración rogando por la paz de esa ciudad.
Son muy diversas las razones por
las que una prueba se desarrolla en nuestras vidas. Muchas veces son
consecuencia de nuestro comportamiento, como sucedió al pueblo de Israel; otras
veces son producto de una decisión equivocada de nuestra parte, y en ocasiones
son simplemente parte del plan de Dios para nuestras vidas. Además, no siempre
el Señor nos va a decir con exactitud el tiempo que va a durar la prueba por la
que estamos pasando, como en este caso hizo con los israelitas. Pero cualquiera
sea la duración de una prueba o la causa de la misma, Dios siempre espera que
cuando sus hijos estamos pasando por momentos difíciles, nos comportemos de
manera que honremos su nombre, buscando una diaria comunión con él, confiando
que detrás de la prueba él tiene un propósito y que sus planes son siempre buenos,
como afirma Jeremías 29:11. En su carta a la iglesia de Roma el apóstol Pablo
los anima a pensar en este principio divino diciéndoles: “Y sabemos que a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme
a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
José, hijo de Jacob, fue un
hombre que puso en práctica esta enseñanza, y Dios, conforme a su promesa, lo
premió de una manera muy especial. Este joven fue vendido como esclavo por sus
propios hermanos, los cuales le tenían envidia y le aborrecían (Génesis
capítulo 37). José fue a parar a Egipto, a casa de un oficial de Faraón quien
lo compró, y al ver que “Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía,
Jehová lo hacía prosperar en su mano”, lo nombró mayordomo de su casa y de todo
lo que tenía (Génesis capítulo 39). La esposa de su amo se enamoró de José, y
constantemente lo acosaba insistiendo que se acostara con ella. Pero José se
mantuvo firme en su fe, y se negaba diciendo: “¿Cómo, pues, haría yo este
grande mal, y pecaría contra Dios?” Ella entonces, por despecho, lo acusó de
que había intentado violarla, y el joven fue echado a la cárcel. Pero aun allí,
José continuaba tratando de agradar a Dios con sus acciones. Y Dios seguía
estando con él. Y “le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel” (Génesis
39:21). El Señor continuó con su plan, y al cabo de dos años sacó a José de la
cárcel e hizo que Faraón lo nombrara su segundo al mando sobre toda la tierra
de Egipto (Génesis 41:39-40). De esta manera pudo abastecer de comida a su
padre y sus hermanos que morían de hambre en su tierra.
Reflexiona en esta enseñanza, y
cualesquiera sean las circunstancias en que te encuentres en estos momentos,
trata por todos los medios de agradar al Señor en todo lo que hagas. Mantente
firme orando y leyendo su palabra, buscando su voluntad y obedeciéndola. Ten la
seguridad que, a su debido tiempo, el Señor te recompensará ampliamente.
ORACIÓN:
Padre, gracias por las pruebas
que permites en mi vida, gracias por enseñarme que tu siempre tienes un propósito
en mi vida, gracias porque tu siempre me muestras lo que debo hacer en estos
momentos de prueba. Reconozco que soy débil y por mis propias fuerzas soy
incapaz de entender tu voluntad y obedecerte. Por eso te ruego me fortalezcas y
aumentes mi fe para poder agradarte en todo lo que yo haga. Te lo pido en el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla