1 Corintios 2:14-16
“Pero el hombre natural no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no
las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el
espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién
conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente
de Cristo”.
Tú no puedes pensar erróneamente
y vivir correctamente. Este es un principio bíblico. La manera en que piensas
será siempre la base sobre la cual se desarrollará tu vida. Este pasaje afirma
que los cristianos “tenemos la mente de Cristo”. Esto significa que tenemos la
capacidad de pensar de la manera en que el Señor Jesucristo piensa y de ver las
circunstancias desde su punto de vista. Pero para desarrollar esta capacidad es
necesario que permitamos al Espíritu Santo llevar a cabo su plan en nosotros,
creando la base para que nuestro comportamiento sea un reflejo de la vida que
Jesús vivió en la tierra.
Durante los tres años de su
ministerio, Jesús enseñó a sus discípulos los principios fundamentales que
regían su propio comportamiento. Después de su muerte y resurrección, y
posterior ascensión, tal y como él lo prometió, el Espíritu Santo vino a
continuar su obra, y ahora habita en el corazón de todo aquel que haya aceptado
a Jesucristo como Salvador. Así dijo Jesús a sus discípulos: “Os he dicho estas
cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo
lo que yo os he dicho” (Juan 14:25-26). Es tarea del Espíritu Santo enseñarnos,
recordarnos las palabras del Señor, y llevar a cabo la transformación de
nuestras mentes, hasta que lleguemos a ser conformes a la imagen de Jesucristo.
Es nuestra responsabilidad permitir que este proceso se lleve a cabo siendo
receptivos a la voz del Espíritu y siguiendo sus instrucciones.
Pensar de la manera que Cristo
piensa, generalmente está en contradicción con lo que el mundo que nos rodea
piensa. Por ejemplo, para el no creyente no existe nada positivo en la muerte.
Pero los creyentes conocemos la verdad acerca de la muerte y la vida eterna.
Para nosotros, estar ausentes del cuerpo es estar presentes al Señor (2
Corintios 5:8). De manera similar, cuando nos enfrentamos a dificultades
podemos estar tranquilos porque “sabemos que a los que aman a Dios, todas las
cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados” (Romanos 8:28).
Claro que como el mundo no
entiende estas cosas, nos acusan de estar locos. El pasaje de hoy dice que para
el hombre natural las cosas del Espíritu de Dios “son locura”. El hombre
natural es aquel que se rige por conceptos físicos y materiales. Su meta es
satisfacer sus apetitos y sus deseos, por lo tanto no puede entender las cosas
espirituales. En su primera carta a los corintios, Pablo dice: “Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18). Ciertamente no
estamos locos, todo lo contrario, conocer y entender el punto de vista de Dios
es vivir en la verdad.
Romanos 12:2 dice: “No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta”. Al igual que una computadora necesita programas de
calidad para funcionar correctamente, nuestras mentes deben estar programadas
con la verdad de la Palabra
de Dios. Lo que pensamos, es decir aquello que reside en nuestra mente
determina nuestra manera de vivir, nuestro carácter. Para ello debemos meditar
diariamente en los principios de la
Palabra de Dios y aplicarlos a nuestro diario vivir, y
debemos orar cada día pidiendo a Dios que su Santo Espíritu transforme nuestro
entendimiento, de manera que verdaderamente lleguemos a tener la mente y el
carácter de Cristo.
ORACIÓN:
Padre santo, ante ti pongo mi
mente, suplicándote que transformes mi entendimiento para poder discernir
espiritualmente todo lo que tú tienes planeado para mí. Que mis pensamientos y
mis acciones reflejen la mente y el carácter de Cristo. Te lo pido en el nombre
de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla