1 Reyes 19:11-13
"Y he aquí
Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y
quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y
tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el
terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo
apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y
salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz,
diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?”
El profeta Elías
había recibido amenazas de muerte de parte de Jezabel, mujer del rey Acab,
debido a que él había matado a todos los profetas de Baal. Temiendo por su
vida, Elías huyó y se metió en una cueva. Este pasaje nos cuenta que allí Elías
oyó el ruido del intenso viento, después sintió el poder del terremoto y tras
el terremoto presenció el ardiente fuego, pero en ningún momento escuchó la voz
de Dios. Entonces hubo “un silbo apacible y delicado”, y Elías salió, y se puso
a la puerta de la cueva. Fue entonces que escuchó la voz del Señor, quien le
dio instrucciones claras de lo que tenía que hacer.
El libro Cantar
de los Cantares describe la pasión de dos amantes que buscan comprenderse entre
sí y profundizar su amor. En el capítulo 5, versículo 2, la novia dice: “Yo
dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme, amada
mía...” De manera similar nuestro amante Padre celestial está siempre hablando,
llamando y buscando entrar en nuestras vidas. Dios espera encontrar nuestros
corazones despiertos, aun cuando estamos dormidos. Sin embargo, nuestros
intranquilos corazones se inclinan a buscar nuevos amantes. ¡Son tantas las voces
que llenan nuestra mente! ¿Alguna vez has estado solo, escuchando esas voces
interiores? ¿Te resultó fácil identificar la voz de tu Padre?
En Juan capítulo
10, la Biblia
habla de los pastores de ovejas de aquellos tiempos y su relación con sus
ovejas. Dice que cuando el pastor sacaba sus ovejas del corral, “va delante de
ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (v.4) ¿Y por qué razón
conocen su voz? Porque adquirieron el hábito de escucharlo por medio de la
práctica diaria durante toda su vida. “Mas al extraño no seguirán, sino huirán
de él, porque no conocen la voz de los extraños” (v.5). Más adelante (v.11),
Jesús dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”.
Y finaliza diciendo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y
yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi
mano” (v.27-28).
En Apocalipsis
3:20 el Señor hace una invitación a su iglesia: “He aquí, yo estoy a la puerta
y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él,
y él conmigo”. En aquellos tiempos el desayuno y el almuerzo se tomaban de
manera similar a los tiempos actuales. Cada miembro del hogar desayunaba un
poco a la carrera a medida que iban saliendo para el trabajo. El almuerzo lo
tomaban en cualquier lugar donde se encontraban a esa hora. Pero la cena era
algo muy distinto. Todos juntos se sentaban a la mesa y como no había
televisión, ni cine, ni otras actividades nocturnas, aquel era el momento en
que la familia podía sentarse a compartir y conversar acerca de las actividades
del día, tranquilamente, sin apuros. Era un rato de verdadera comunión. Cuando
el Señor habla de cenar con aquel que abra la puerta de su corazón, realmente
está hablando de una íntima comunión. Está mostrando su deseo de relacionarse
con cada uno de nosotros de una manera sincera, profunda, especial.
El Salmo 46:10
nos dice: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios”. No podemos conocer a
nuestro Dios sin antes cerrar la puerta al ruido y las distracciones de este
mundo, y buscar la quietud y la tranquilidad. Es necesario desarrollar el
hábito de aquietarnos, para oír a Dios cuando nos habla. Es imprescindible
separar un tiempo diariamente, en el que podamos aislarnos del bullicio y la
constante inquietud del mundo y entregarnos por completo a buscar el rostro del
Señor y tratar de escuchar su voz. A través de esta práctica diaria llegará un
momento en que nos resultará fácil identificar la voz de Dios.
ORACIÓN:
Padre amado, te
ruego afines mi oído espiritual para que yo pueda reconocer tu voz cuando me
hablas y así conocer tu voluntad en mi vida. Y dame la fuerza y el valor para
obedecerla siempre. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla