Romanos 1:21—2:4
“Pues habiendo conocido a Dios,
no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron
en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser
sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en
semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de
reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las
concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios
cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando
culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos.
Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres
cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo
también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su
lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y
recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de
Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los
padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes
habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son
dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que
las practican. Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú
que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que
juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que
practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que
juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de
Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad,
ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”.
Dios nos creó para adorarlo a Él.
Puesto que fuimos hechos con este propósito, adoraremos algo, incluso si
decidimos adorar algo que no sea el Creador. Podemos llegar a dedicar nuestras
vidas al dinero, la fama, la popularidad, la inmoralidad, o a alguna otra cosa
que pueda convertirse en un dios falso. Pero no importa cuántas cosas
terrenales intentemos adorar, ninguna de ellas nos podrá satisfacer como el
Dios vivo.
En Romanos 1, el apóstol Pablo
ilustra este punto en términos de un pecado particular: la perversión sexual.
Usted puede pensar que no está pecando si esta iniquidad no forma parte de su
vida, pero cualquier indulgencia pecaminosa -ya sea con acciones o actitudes-
que tenga prioridad sobre la adoración al Señor, es mala y destructiva. A menos
que dejemos que el Señor Jesús nos salve de nuestra naturaleza egoísta,
seguiremos descendiendo y cayendo en la depravación.
Al actuar como si Dios no
existiera, excluyéndolo de nuestra vida, perdemos de vista el propósito de
nuestra existencia. Al pasar por alto el hecho de que Él quiere relacionarse de
manera personal con nosotros, estamos rechazando el regalo de su gracia y
deshonrándolo. Sin Él, nuestra manera de pensar se vuelve cada vez más vana,
llevándonos a elegir sustitutos falsos al tratar de llenar el vacío que solo
Dios puede llenar.
Negar a Cristo su legítimo lugar
como Señor de nuestra vida, provocará finalmente a la ira de Dios. Pero el
Señor, por su gran amor a toda la humanidad, no quiere que nadie pase la
eternidad sin Él (2 Pedro 3:9). Por tanto, sigue ofreciéndonos “las riquezas de
su benignidad, paciencia y nobleza” y llamándonos al arrepentimiento.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria