2 Pedro 3:16b
“…los indoctos e inconstantes tuercen… las
otras Escrituras para su propia perdición”
El Dr. P. J. Van Gorder acostumbraba hablar de un
letrero, colocado fuera de una carpintería, que decía: “Se hacen toda clase de
torceduras y vueltas”. Los carpinteros no son los únicos que sirven para esto;
muchos que profesan ser “cristianos” también tuercen y dan vueltas a las
Escrituras cuando les conviene. Algunos, como dice el versículo, tuercen las
Escrituras para su propia perdición.
Muchos somos expertos para justificar nuestra
desobediencia pecaminosa, ofreciendo elogiosas explicaciones o atribuyendo
motivos dignos según nuestra conveniencia. Torcemos las Escrituras para que se acomoden
a nuestra conducta. Damos razones plausibles, aunque falsas, que den cuenta de
nuestras actitudes. Aquí hay algunos ejemplos:
Un cristiano y hombre de negocios sabe que está mal
recurrir a los tribunales contra otro creyente (1 Corintios 6:1-8). Más tarde,
cuando se le pide cuentas por esta acción, dice: “Sí, pero lo que él estaba
haciendo estaba mal, y el Señor no quiere que se quede sin castigo”.
Mari tiene la intención de casarse con Carlos aún cuando
sabe que él no es creyente. Cuando un amigo cristiano le recuerda que esto está
prohibido en 2 Corintios 6:14, ella dice: “Sí, pero el Señor me dijo que me
casara con él para que así pueda guiarle a Cristo”.
Sergio y Carmen profesan ser cristianos, sin embargo
viven juntos sin estar casados. Cuando un amigo de Sergio le señaló que esto
era fornicación y que ningún fornicario heredará el reino de Dios (1 Corintios
6:9,10), replicó: “Eso es lo que tú dices. Estamos profundamente enamorados el
uno del otro y a los ojos de Dios estamos casados”. Una familia cristiana vive
en lujo y esplendor, a pesar de la amonestación de Pablo de que debemos vivir
con sencillez, contentos con tener sustento y abrigo (1 Timoteo 6:8).
Justifican su estilo de vida con esta respuesta ingeniosa: “Nada hay demasiado
bueno para el pueblo de Dios”.
Otro hombre de negocios codicioso, trabaja día y noche
para amasar ávidamente toda la riqueza que puede. Su filosofía es: “No hay nada
de malo con el dinero. Es el amor al dinero la raíz de todo mal”. Nunca se le
ocurre pensar que él podría ser culpable de amar al dinero.
Los hombres intentan interpretar sus pecados mejor que lo
que las Escrituras les permiten, y cuando están resueltos a desobedecer la
Palabra y esquivarla como puedan, una excusa es tan buena (o mala) como la
otra.
¡Gracia y Paz!
(Del libro DE DÍA EN DÍA, Editorial CLIE)
Asamblea Betel