viernes, 28 de febrero de 2014

¿OBEDECES A DIOS?



Hebreos 11:6
“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan”

El concepto de ser recompensados por vivir una vida de fe y obediencia a Dios resulta difícil de entender para muchos cristianos. Algunos piensan que nuestra retribución está reservada para cuando lleguemos al cielo. Ciertamente nuestra naturaleza pecaminosa no es merecedora de recompensas, pero por la infinita misericordia de Dios tenemos la promesa de que recibiremos recompensa no solamente en el cielo, sino también aquí en la tierra. Así dijo Jesús en Juan 10:10: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”0 Claro que para ello es necesario que escuchemos sus instrucciones y las obedezcamos fielmente. Dice Deuteronomio 28:1-2: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”.

Cuando obedecemos a Dios somos bendecidos abundantemente. No existe la alternativa opuesta, es decir obedecer y no ser bendecidos. Dios no obra de esta manera. La obediencia siempre precede a las bendiciones. Cuando confiamos en Dios y le obedecemos, le estamos dando a él la oportunidad de mostrar su amor y su poder en nuestras vidas. Entonces, ¿debemos ser obedientes sólo con el fin de obtener una recompensa? Por supuesto que no. Debemos obedecer a Dios por quien él es. Debemos amarle y honrarle porque él nos amó primero de tal manera que “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Nuestro agradecimiento y nuestro amor deben dar lugar a nuestra obediencia. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21). Cuando tú le obedeces, el Señor siempre se manifestará en tu vida y te bendecirá.

En Malaquías capítulo 3, Dios amonesta al pueblo de Israel por su desobediencia. Allí les dice: “Os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” (v.7). Ciertamente podemos ver en este pasaje la relación directa entre la obediencia a Dios y la recompensa divina. Sin embargo, aun sabiendo esto, muchas veces desobedecemos la palabra de Dios. ¿Por qué? Primeramente por nuestra naturaleza carnal en la cual reside la semilla de la desobediencia desde el pecado original de Adán y Eva. Otras veces preferimos no hacer el esfuerzo que requiere obedecer. Y en ocasiones sentimos temor de dar un paso al frente para seguir las instrucciones del Señor.

En Lucas capítulo 5 leemos que Simón Pedro y sus compañeros habían pasado toda la noche pescando sin haber pescado un solo pez. Entonces Jesús se les acercó y le dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (v.4). Él le respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red”. Y tan pronto ellos obedecieron, pescaron tantos peces que “su red se rompía” (v.6). Al ver este milagro, sintieron gran temor. “Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron”.

¿Acaso sientes temor de dar un paso de obediencia al Señor? El temor es opuesto a la fe. Cuando confiamos en Dios, el temor desaparece. Al igual que aquellos pescadores confiaron en la palabra de Jesús y obedecieron, nosotros debemos confiar plenamente en él y obedecer sus instrucciones. Las bendiciones vendrán después a nuestras vidas.

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, te ruego aumentes mi fe para confiar en ti y obedecerte sabiendo que tú puedes guiarme a la victoria que me has prometido. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla

POR EL PLACER DE AYUDAR Y SERVIR



Un anciano vio como un alacrán se estaba ahogando, y decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo el alacrán lo picó. Por la reacción del dolor, el anciano lo soltó y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El anciano intentó sacarlo otra vez y otra vez el alacrán lo picó.

Alguien que había observado todo, se acercó al anciano y le dijo:
"Perdone, ¡¡¡pero es usted terco!!!.. ¿no entiende que cada vez que intente sacarlo del agua, el alacrán lo picará..?"

El anciano respondió:

"La naturaleza del alacrán es picar, el no va a cambiar su naturaleza y eso no va a hacer cambiar la mía, que es ayudar y servir".

Y entonces ayudándose de una hoja, el anciano sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

No dejes de ayudar y servir a tu prójimo. No permitas que la conducta de otras personas condicionen la tuya.


“Gracia y Paz”


¿LE HAS HECHO CONCESIONES AL ENEMIGO?



1 Reyes 11:1-6
“Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre”.

La situación de que nos habla este pasaje es muy triste, pues se trata de la última etapa en la caída del rey Salomón. Dice el v.6: “E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová”. Cuando la Biblia usa esta expresión, ciertamente nos muestra la tristeza y la desilusión de Dios ante la actitud de un siervo suyo, el cual se ha alejado de sus preceptos y reglamentos. Al principio la actitud de Salomón fue muy diferente. Cuando originalmente el Señor se acercó a Salomón y le dijo: “Pide lo que quieras que yo te dé” (1 Reyes 3:5), el rey le pidió sabiduría para gobernar al pueblo y dice la Biblia que “le agradó al Señor que Salomón pidiese esto”. Y en 1 Reyes 3:3, la Biblia afirma: “Mas Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David; solamente sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos”. Sin duda, inicialmente existía una dependencia de Dios en la vida de Salomón. Su actitud mostraba sumisión y obediencia, y como resultado disfrutaba de la paz y las bendiciones del Señor. Por eso dijo: “Ahora Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni mal que temer” (1 Reyes 5:4). ¿Cómo, entonces llegó Salomón a hacer “lo malo ante los ojos de Jehová”?

Todo se originó cuando él comenzó a darse a sí mismo ciertas concesiones que no estaban de acuerdo a los mandamientos de Dios. Primero, empezó a tener relaciones con naciones idólatras, no obstante las advertencias de Dios. Traía caballos y carros de Egipto (1 Reyes 10:28), lo cual parece algo inocente pero es realmente una concesión. También Dios les había dicho a los israelitas que no se acercaran a las mujeres de esas naciones, pero Salomón se casó con la hija de Faraón. Luego se comprometió más hasta llegar a tener cientos de esposas y concubinas. Después permitió que otros adoraran ídolos, y pronto él se involucró también en la práctica. Finalmente se rebajó tanto que construyó un lugar de adoración a Moloc donde se sacrificaba a niños pequeños.

Esta es una horrible demostración de cómo funcionan las concesiones. Realmente no caemos de repente en una vida de pecado, más bien nos deslizamos hacia ella a través de las concesiones. Poco a poco permitimos cosas en nuestras vidas que calificamos de “sin importancia”, pero que no agradan al Señor. Quizás al principio nos sintamos un poco incómodos pero nos vamos acostumbrando, y cuando nos sentimos confortables, seguimos con otra concesión y así una tras otra, hasta que nuestra vida toda es una calamidad espiritual.

La vida del rey Salomón es un ejemplo perfecto de cómo una pequeña concesión puede llevar a la destrucción. En un momento determinado podemos ceder a la presión de los demás en muchas áreas diferentes: la moral, los buenos principios, la forma de vestirse, o la participación en chismes o en conversaciones insinuantes. Pero esa “pequeña” concesión conduce a otra más seria, y con cada concesión nuestra relación con Dios se debilita más, y el pecado va tomando control de nuestras vidas.

Alguien dijo: “Si le das a Satanás una pulgada, él construirá tus reglas.” Ten esto en cuenta al momento de hacer algo que te parece “sin importancia”. No hagas concesiones al enemigo, pues tarde o temprano te llevarán a la destrucción, sino rígete estrictamente por la Palabra de Dios.

ORACIÓN:
Padre santo, te confieso que muchas veces he permitido cosas en mi vida que no te agradan a ti, y que yo he considerado como “algo sin importancia”. Por favor, perdóname y ayúdame a no hacer ningún tipo de concesión al enemigo que afecte mi relación contigo. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla