¿Quién soy en Cristo?
Vamos
a tomar como ejemplo a un diamante: ¿Qué belleza tienen un diamante? en sí mismo,
un diamante no tiene ninguna belleza a menos que sea traído a la luz. Colocado
en ciertas posiciones, reflejará la belleza del sol. De otra forma, en el no
hay belleza alguna.
El
diamante que es llevado a la oscura galería o a la profunda mina subterránea no
muestra ninguna belleza. ¿Qué es el sino un pedazo de carbón, un poco de
carbono común, a menos que el se convierta en un medio para reflejar la luz?
Así sucede también con las otras piedras preciosas.
Sus
variados tonos no son nada sin la luz. Cuantos más lados tengan, reflejan más
luz y exhiben más belleza. Si tomamos un diamante en bruto, veremos que no hay
brillo en él. En su estado natural él no refleja luz alguna.
Así
somos nosotros en un estado natural, de ninguna utilidad, hasta que Cristo comienza
a brillar sobre nosotros. La luz que existe en un diamante no es su propia posesión:
es la belleza del sol.
¿Qué
belleza existe en un hijo de Dios? Solamente
la belleza de
Jesús. Nosotros somos su pueblo especial, escogido para manifestar las
virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
¿Qué
podamos reflejar hoy?: ¡Su luz y Su
amor!
Salmos
97:11
"Luz
está sembrada para el justo, Y alegría para los rectos de corazón."
Salmos
27:1
"Jesús
es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré? El es la fortaleza de mi vida: ¿de
quién he de atemorizarme?"
Proverbios
4:18
"Mas
la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que
el día es perfecto."
“Gracia y Paz”