EN EL MATRIMONIO
SE REQUIERE UN TRATO DE AMOR Y RESPETO (Efesios 5:33). A la hora de
resolver las diferencias que se presentan, el amor
motivará a la pareja a pasar por alto errores pasados —y las heridas
emocionales que se produjeron— y a centrarse en el problema que tengan (1 Corintios
13:4, 5; 1 Pedro 4:8). El respeto
es fundamental, pues la persona que respeta a su cónyuge deja que este hable y
se esfuerza de corazón por entender lo que quiere decir, y no solo lo que dice.
Examina estos pasos y observa de qué manera pueden ayudarte
los principios bíblicos a resolver los problemas con amor y respeto.
1. Fija un momento para hablar del tema. “Para todo hay
un tiempo señalado [...]; tiempo de callar y tiempo de hablar” (Eclesiastés
3:1, 7). Resuelve el problema cuando ya estén calmados y “Que no se ponga el
sol sobre su enojo” (Efesios 4:26).
2. Expresa tu opinión con franqueza y respeto. “Hable
verdad cada uno de ustedes con su prójimo” (Efesios 4:25). Recuerda que el objetivo
al hablar de un problema no el de ganar una batalla ni vencer a un enemigo.
3. Escucha a tu cónyuge y procura comprender sus
sentimientos. El discípulo Santiago escribió que el cristiano debe ser “pronto
para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19). Pocas cosas
causan más desdicha en un matrimonio que el sentimiento de que el otro no
entiende cómo uno se siente ante un problema en particular. Por esa razón, toma
la determinación de no darle esa impresión a tu cónyuge, es decir, trátalo como
quieras que te traten a ti (Mateo 7:12).
Respeta la dignidad de tu cónyuge, dándole la oportunidad
de que exprese su opinión sin interrupciones. Luego, para asegurarte de que le
has comprendido bien, dile con tus propias palabras lo que tú entendiste. Claro
está, no le hables con sarcasmo ni agresividad. Permite que te corrija si hubo
algo que no captaste bien. En vez de dominar la conversación, túrnate con tu conyugue
en el uso de la palabra hasta que ambos entiendan lo que piensa y siente el
otro sobre el asunto. Es cierto que se necesita humildad y paciencia para
escuchar atentamente a tu cónyuge y procurar entender su opinión. Pero si tu lo
honras de esa forma, será más probable que él haga lo mismo contigo (Mateo 7:2;
Romanos 12:10).
4. Acuerden una solución. “Mejores son dos que uno,
porque tienen buen galardón por su duro trabajo. Pues si uno de ellos cae, el
otro puede levantar a su socio” (Eclesiastés 4:9, 10.) Es muy difícil que los
problemas maritales se arreglen sin la colaboración y el apoyo mutuo de los
cónyuges.
Es verdad que Dios ha nombrado al esposo cabeza de
familia (1 Corintios 11:3; Efesios 5:23). Pero eso no le da derecho a ser un
dictador. El esposo prudente no toma decisiones arbitrarias. No se trata de “pelear”
por quién tiene razón. A veces solo se tienen distintas opiniones sobre cómo
resolver un problema. La clave es ser razonable y flexible.
¡Gracia y Paz!
Edificando Matrimonios conforme al Propósito de Dios.