viernes, 30 de mayo de 2014
¿DE QUÉ DEPENDE TU FELICIDAD?
¿De qué depende tu
felicidad?
Salmo 4:6-7
“Muchos son los que dicen: ¿Quién nos
mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro. Tú diste
alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto”.
La búsqueda de la felicidad es sin duda uno de los desafíos
más grandes, si no el mayor, a los que se enfrenta toda persona durante su
vida. El ser humano no se siente totalmente feliz mientras le falte algo que él
considera que debe tener, ya sea en el aspecto material, emocional o
espiritual. Por eso muchas personas se pasan toda la vida buscando “eso” que
les falta, y cuando lo encuentran se dan cuenta que todavía no son lo felices
que esperaban ser. Y, mientras tanto, en el proceso se encuentran
circunstancias tanto positivas como negativas las cuales los llevan de arriba a
abajo en el aspecto emocional.
Los sicólogos, que se habían centrado siempre en la
curación y el alivio de las enfermedades mentales, comenzaron hace unos años el
estudio de las personas normales y su potencial para la alegría, el gozo y la
realización personal. David Lykken, profesor emérito de la Universidad de
Minnesota, ha elaborado lo que él llama “La teoría del punto de felicidad”. Él
llegó a la conclusión de que la mayoría de las personas regresan a su nivel
anterior de felicidad de seis meses a un año después de acontecimientos
dramáticos como la tristeza por perder a un ser querido, o la emoción de
mudarse a la casa soñada. Lykken llama a ese punto de referencia original el
“punto de felicidad”.
En el cristiano el “punto de felicidad” es muy diferente
al del mundo, pues no depende de los altibajos normales de la experiencia
humana. La Biblia nos dice que busquemos nuestra felicidad en el Dios inmutable
y no en nuestras variables e inciertas circunstancias. En el pasaje de hoy, David
alaba a Dios diciéndole: “Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos
cuando abundaba su grano y su mosto”. Esta “alegría en el corazón” es muy
diferente y mucho más profunda que la sensación de bienestar que proviene de
las circunstancias favorables. Se refiere al gozo que proviene del Espíritu de
Dios, el cual no depende de si nos va bien o nos va mal, sino que está
relacionado exclusivamente con la presencia de Dios en nuestras vidas. Así lo dice
David en el Salmo 16:11 “En tu presencia hay plenitud de gozo”. Nosotros
tendremos la misma experiencia que el salmista cuando dejemos de decir: “Yo
sería feliz si...” y empecemos a decir: “Yo soy feliz porque mi Padre celestial
siempre está conmigo”. El gozo que se basa en el amor y la misericordia de
nuestro Dios, independientemente de nuestras circunstancias, debería ser
nuestro constante “punto de felicidad”.
El apóstol Pablo llegó a conocer el secreto de la
verdadera felicidad, la que se siente lo mismo en la escasez que en la
abundancia, cuando falta algo o cuando algo sobra. En su carta a los filipenses
les dijo: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido
vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba
la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a
contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener
abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para
tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad”
(Filipenses 4:10-12). Y entonces completa el pensamiento con el secreto de su
constante gozo y felicidad: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Filipenses 4:13).
Si estás pasando por momentos de tristeza en tu vida,
acércate a Dios, alábale, clama a él, pídele que derrame la unción restauradora
de su Espíritu en tu espíritu quebrantado. Mantente firme en tu relación con el
Señor y pronto comenzarás a sentir su paz y su gozo inundando tu corazón.
ORACIÓN:
Mi bendito Padre, ayúdame a entender que tú eres la
fuente de todo lo que yo necesito en la vida para ser feliz. Yo rechazo todo
intento de Satanás de confundirme con las cosas del mundo, y confió en que tu
presencia llena mi vida de paz y de gozo. Por Cristo Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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