1 Tesalonicenses
5:23
"Y el mismo
Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y
cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo".
A través de toda
la Biblia Dios
ha llamado a su pueblo a que sean santos. Por ejemplo, en Levítico 20:7, a
través de Moisés, Dios dice: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová
soy vuestro Dios”. Y en Levítico 19:2, Dios dice: “Santos seréis, porque santo
soy yo Jehová vuestro Dios”. En el pasaje de hoy el apóstol Pablo expresa una
bendición a los creyentes de la iglesia de Tesalónica cuando les dice: “Y el
mismo Dios de paz os santifique por completo”. También el apóstol Pedro
escribió en su primera carta a “los expatriados de la dispersión” lo siguiente:
“Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16).
En las
Escrituras encontramos en varios lugares la palabra “santificación”.
Santificación significa "hacer santo" o "separar algo para un
uso sagrado". Cuando creímos y aceptamos a Jesucristo como nuestro
Salvador fuimos justificados, es decir nuestros pecados fueron perdonados.
Fuimos entonces sellados por el Espíritu Santo (Efesios 1:13), y separados para
un propósito sagrado. En ese momento fuimos considerados santos, es decir
“separados para Dios”. En su primera carta a la iglesia de Corinto, Pablo se
dirige a ellos de la siguiente manera: “A los santificados en Cristo Jesús”.
Este es el primer paso en la vida del creyente. Cuando nacemos de nuevo por
medio de la sangre de Cristo fuimos adoptados como hijos de Dios y ahora
estamos viviendo bajo la gracia de Dios y no bajo su ira.
Después viene el
segundo paso. El Espíritu Santo, que viene a morar en nuestros corazones,
comienza su obra de santificación en nuestras vidas. Este es un proceso por
medio del cual vamos siendo transformados con el fin de llegar a ser imagen de
nuestro Señor Jesucristo. Es importante entender que este proceso de
santificación es totalmente obra de Dios. Ningún ser humano es santo en sí
mismo, ni puede llegar a ser santo por sus propios medios. Somos santificados
solamente por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo. Pero es
importante entender también que si bien Dios tiene la capacidad de
santificarnos, es nuestra la responsabilidad de permitir la acción del Espíritu
Santo en nuestras vidas.
¿Cuál es, pues,
nuestra responsabilidad en este proceso de santificación? En primer lugar,
entender y reconocer que somos salvos no por lo que hemos hecho (por buenas que
nos parezcan nuestras obras), sino por la gracia y la misericordia de Dios
(Efesios 2:8-9). En segundo lugar, preparar nuestros corazones para conocer y
amar a Dios como nuestro Padre celestial, leyendo la Biblia y orando
diariamente; meditando en esta palabra, aprendiéndola y poniéndola en práctica.
De esta manera sentamos las bases para que el Espíritu Santo lleve a cabo su
obra en nuestras vidas. A medida que el proceso de santificación se va llevando
a cabo en nosotros nos iremos acercando más a Dios y podremos disfrutar más de
su presencia, la cual trae a nuestras vidas paz, gozo y muchas otras
bendiciones.
Agradece a Dios
su amor y su gracia purificadora. Alábale por haberte justificado, poniéndote
aparte para un propósito específico dentro de su santo plan. Busca su rostro en
oración cada día de tu vida y pídele que te capacite para ser dócil y obediente
ante la obra que el Espíritu Santo está llevando a cabo en tu vida.
ORACIÓN:
Padre santo, no
tengo palabras para agradecerte por haberme separado con el fin de transformar
mi naturaleza pecaminosa hasta llegar a ser imagen de tu Hijo Jesucristo. Te
ruego aumentes mi fe, y me capacites para no ser un obstáculo en la obra de
santificación de tu Santo Espíritu en mi vida. Por Cristo Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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