Salmo 16:2
“…Tú eres mi Señor; no hay para
mí bien fuera de ti”.
Debo admitir que soy sumamente
goloso. De todos los dulces que me encantan, los Good & Plenty [Bueno y
abundante] están entre los primeros de la lista. ¡La vida es buena cuando tengo
un puñado de esos exquisitos caramelos recubiertos de azúcar!
La vida está llena de cosas
agradables; pero, tal como sucede con un festín de esos dulces, lo bueno se
termina pronto. Aun lo mejor de las cosas buenas puede dejarnos una sensación
de vacío e, incluso, de remordimiento. Por eso, me llama la atención cuando el
salmista declara: «Oh alma mía, dijiste al Señor: tú eres mi Señor; no hay para
mí bien fuera de ti» (Salmo 16:2). Todos sabemos que Dios es bueno, pero
¿cuándo fue la última vez que nos aferramos a Él como el bien más preciado de
la vida?
El salmista explica hasta qué
punto el Señor es bueno: es nuestro guardador (v. 1), nuestro máximo benefactor
(v. 2), nuestro consejero y maestro (v. 7), y el que nos muestra «la senda de
la vida» y nos llena de gozo en su presencia (v. 11). ¡Esto sí es lo que yo
llamo bueno!
Lamentablemente, con suma
frecuencia permitimos que «bienes» menores eclipsen la aceptación de la bondad
eterna de Dios en nuestra vida. La naturaleza efímera de los beneficios de
menor importancia desaparecerá con el tiempo; no tengas dudas de que así será.
¡Solo Dios es verdaderamente bueno! Además, dispone en abundancia de todo lo
que necesitas.
Solo Dios es bueno. No te
conformes con menos.
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LEA: Salmo 16
Biblia en un año: Ezequiel 28–30
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“Gracia y Paz”
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