viernes, 3 de abril de 2015
¡LA DESOBEDIENCIA, TRAE CONSECUENCIAS!
1 Samuel 15:22-23
“Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto
en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras del
Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar
atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es
la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste
la palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey”.
El rey Saúl había recibido instrucciones de Dios a través
del profeta Samuel de que atacara a los amalecitas, enemigos acérrimos de
Israel, y destruyera todo. Le dijo: “Mata a hombres, mujeres, niños, y aun los
de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 Samuel 15:3). Todo, absolutamente
todo debía ser eliminado. Esa era la orden clara y terminante del Señor. Sin
embargo, Saúl optó por perdonarle la vida al rey Agag, y traerse consigo lo
mejor de las ovejas y del ganado (v. 9). Entonces Samuel confronta a Saúl (vv.
13-21) en relación a su desobediencia a Dios, y Saúl le contesta tratando de
excusarse. Le dice que había sido el pueblo el que había tomado los mejores
animales para ofrecer sacrificios al Señor (como si el pueblo tuviese la
autoridad para actuar por sí mismo), y le da al profeta toda una serie de
pretextos y disculpas.
Ante esa actitud de desobediencia y terquedad de parte de
Saúl, Dios le dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha
vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11). La
actitud de Saúl entristeció el corazón de Dios, y le costó su reinado.
Finalmente Samuel pronunció las palabras del pasaje de hoy, como una sentencia
para el rey Saúl que vino directamente del Señor: “Por cuanto tú desechaste la
palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey”. Es decir,
debido a que desobedeciste la palabra de Dios, él te ha rechazado. Ciertamente
la desobediencia trae separación de Dios. Ser desobedientes nos impide recibir
las bendiciones y las promesas del Señor. Por el contrario, cuando actuamos
conforme a la voluntad de Dios, su gracia y su bondad se manifiestan sobre
nosotros. Si sabemos esto, entonces ¿por qué desobedecemos? Hay varias razones
por las que no obedecemos la palabra de Dios. He aquí algunas de ellas:
No amamos al Señor
lo suficiente. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré,
y me manifestaré a él” (Juan 14:21). Por el contrario, continúa el Señor, “el
que no me ama, no guarda mis palabras” (Juan 14:24).
Un corazón impuro.
Santiago 1:21 dice: “Desechando toda inmundicia y abundancia de malicia,
recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras
almas”. Un corazón puro es terreno fértil para la palabra de Dios. Eva se dejó
influenciar por las palabras de la serpiente y en su corazón sintió codicia por
la fruta prohibida. Por eso la comió, desobedeciendo a Dios (Génesis 3:6).
LAS COSAS DEL MUNDO. Dice Jueces 2:16-17: “Y el Señor
levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban; pero tampoco
oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron;
se apartaron pronto del camino en que anduvieron sus padres obedeciendo a los
mandamientos del Señor; ellos no hicieron así”. Un ídolo o un dios falso puede
ser cualquier cosa que ocupa en nuestras vidas un lugar preferente sobre Dios.
LA MALA INFLUENCIA DE LOS DEMÁS. La influencia de las
malas amistades puede desviarnos de un camino de obediencia y convertirnos en
cristianos mediocres y desobedientes. De esta influencia debemos alejarnos. El
apóstol Pablo advierte a los romanos: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en
los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros
habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17). Y a los gálatas
les dice: “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la
verdad?” (Gálatas 5:7).
Ciertamente no queremos ser desechados por Dios, como le
pasó a Saúl. Debemos, por tanto, desechar nosotros todo aquello que nos impide
obedecer la palabra de Dios. Entonces recibiremos bendición de lo Alto.
ORACIÓN:
Padre santo, yo anhelo recibir tus bendiciones y tus
promesas. Por favor ayúdame a rechazar todo aquello que interfiere en mi
obediencia a tu palabra, y que trae malas consecuencias a mi vida. En el nombre
de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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