Salmo 121
“Alzaré mis ojos
a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo
los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te
guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es
tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de
día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu alma.
Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”.
Una vieja
leyenda de los indios Cherokee cuenta que cuando un varón se encuentra en esa
etapa de su vida en que está pasando de la adolescencia a la adultez, se lleva
a cabo el siguiente ritual: Al anochecer, el padre lleva al jovencito al bosque
con los ojos vendados y lo deja solo. El muchacho tiene la obligación de
sentarse en el tronco de un árbol toda la noche y no puede quitarse la venda
hasta que los rayos del sol brillen en la mañana. El joven no puede pedir
auxilio a nadie y una vez que sobrevive la noche, ya es un hombre. Como es
natural, durante este proceso el muchacho está aterrorizado pues durante toda
la noche ha estado escuchando toda clase de ruidos. Bestias salvajes que han
rondado a su alrededor, quizás incluso algún ser humano que pudo haberle hecho
daño. Ha escuchado el viento soplar y la hierba crujir, y él se ha mantenido
sentado estoicamente en el tronco de un árbol sin quitarse la venda, pues es la
única manera en que puede llegar a ser un hombre. El joven no puede hablar con
los otros muchachos acerca de esta experiencia, pues cada uno debe entrar en la
masculinidad por su propia cuenta. Finalmente, después de la horrible noche el
sol aparece, y al quitarse la venda es entonces cuando descubre a su padre
sentado junto a él. Su padre ha velado toda la noche para proteger a su hijo de
cualquier peligro.
Muy interesante
esta leyenda. Ella nos muestra el amor y la preocupación de un padre por la
seguridad de su hijo. La Biblia
también nos habla de un Padre que nos ama tanto que dio a su único hijo “para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan
3:16). Cuando recibimos a su Hijo Jesucristo como nuestro Salvador somos
“hechos hijos de Dios”, dice Juan 1:12. Nuestro Padre celestial nos ama y nos
protege constantemente, tanto de día como de noche, cualesquiera sean las
circunstancias que nos rodean. El pasaje de hoy nos dice que él nunca se
“adormecerá ni dormirá” mientras nos guarda. Él es nuestro guardador, nuestro
protector, nuestro defensor, nuestro proveedor. Podemos tener la absoluta
seguridad de que él estará con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo”
(Mateo 28:20). Por todo esto, no debemos temer, sino debemos estar tranquilos y
confiados sabiendo que él nunca nos abandonará. Así dice Deuteronomio 31:6:
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová
tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará”.
¿Sientes temor
en medio de la oscura noche? ¿Te da miedo sentirte solo (o sola) en
circunstancias difíciles? ¿Te da ansiedad la incertidumbre de tu situación?
Quizás el salmista estaba experimentando sentimientos similares. Y entonces
miró a los montes, allí donde estaba el templo de Jehová, y se preguntó a sí
mismo: “¿De dónde vendrá mi socorro?” Y desde lo más profundo de su corazón
salió la respuesta que quedó plasmada para siempre en este pasaje: “Mi socorro
viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”.
Confía en que tu
Padre celestial está a tu lado, a toda hora, en todo momento. Confía en que él
hizo los cielos y la tierra, por lo tanto tiene el poder para resolver tu
problema por grande que sea. Confía en que él te ama y quiere lo mejor para ti.
Tu socorro viene de él, y llegará a ti en el momento oportuno, de la manera
exacta en que tú lo necesitas.
ORACIÓN:
Mi amante Padre
celestial, gracias te doy por tu protección y tu cuidado. Ayúdame a mantener mi
confianza en ti, aún en medio de las condiciones más terribles sabiendo que tú
estás siempre a mi lado y nunca me desampararás. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla