¿SABES CUÁL ES LA VERDADERA PROSPERIDAD?
Filipenses 4:19
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.
La escritura de hoy afirma que nuestro Padre Celestial suplirá
todas las necesidades de sus hijos. Puesto que él es el Rey y Señor del
universo, dueño del oro y la plata y de todas las riquezas del mundo (Hageo
2:8), y nada es imposible para él (Lucas 1:37), él puede satisfacer las
necesidades de todos aquellos que nos hemos acercado a él creyendo, si es esta
su voluntad. O sea, quienes hemos creído en Jesús, tenemos garantizada la
provisión divina, así como David dijo: “Yahweh es mi pastor; nada me faltará”
(Salmo 23:1). Pero, ¿acaso significa esto que nunca estaremos enfermos, ni
hambrientos, ni tendremos ninguna necesidad? Bueno, esto es lo que predican los
que promueven la “Doctrina de la Prosperidad”. Ellos enseñan que la Palabra de
Dios revela que la escasez y la pobreza no están incluidas en los planes de
Dios para aquellos que le obedecen, pues la voluntad del Señor para ellos es
siempre la prosperidad económica y material.
Ciertamente Jeremías 29:11 dice: “Porque yo sé los planes
que tengo para vosotros, dice el Señor, planes de bienestar y no de calamidad,
para daros un futuro y una esperanza”. Sin embargo, es necesario que entendamos
que la mayor preocupación de Dios es nuestro crecimiento espiritual, con el fin
de prepararnos para pasar junto a él la eternidad. Por eso, en ocasiones él
permite que pasemos períodos de adversidad y de carencia o escasez, porque esto
nos acerca más a él, y por lo tanto él puede trabajar en la transformación de
nuestro carácter y en el fortalecimiento de nuestro espíritu. Es a través de
las pruebas que Dios puede pulirnos hasta lograr su propósito en nuestras
vidas. En Juan 16:33, Jesús les dice a sus discípulos: “En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Estas palabras del Señor nos
enseñan claramente que aun a los que
hemos decidido seguirlo nos esperan pruebas y sufrimientos en este mundo.
Pero también nos dice que si confiamos en él, tendremos siempre su poder a
nuestra disposición.
Estos conceptos los resume el apóstol Juan en su epístola
al anciano Gayo (3 Juan 2), donde dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado
en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Una íntima
relación con Dios, por medio de la cual crezcamos espiritualmente nos permitirá
disfrutar de una manera profunda y verdadera cualquier beneficio material que
obtengamos, porque lo vamos a recibir en el momento perfecto y en las
condiciones ideales. ¡Cuántas personas se han ganado millones de dólares en la
lotería y su vida se ha convertido en una verdadera desgracia! Matrimonios terminados
en divorcio por esta causa, hijos y padres disgustados por la ambición del
dinero, y hasta asesinatos cometidos debido a la avaricia y la envidia.
Simplemente no estaban preparados espiritualmente para disfrutar de las
riquezas materiales.
En su carta a los Filipenses, justo antes del pasaje de
hoy, el apóstol Pablo escribe la base de la promesa mencionada allí: “Y sabéis
también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del
evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en
razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me
enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino
que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Filipenses 4:15-17). Estos
cristianos de Filipos habían crecido espiritualmente, y lo demostraban por
medio del amor y la generosidad para con Pablo. Por eso estaban listos para
recibir del Señor todo lo que necesitaban.
Dios sabe perfectamente cuando estamos preparados para
recibir la prosperidad que viene de él. Por eso debemos vivir en constante
comunión con él, adorarle, amarle y obedecer su palabra. Busca el rostro del
Señor en oración cada día de tu vida, lee la Biblia, medita en sus enseñanzas,
aplícalas en tu diario vivir. A medida que prosperes espiritualmente
disfrutarás de la prosperidad que Dios desea para ti en todos los aspectos de
tu vida.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me ayudes a entender y a aplicar en
mi vida los principios de tu Palabra. Ayúdame a prosperar espiritualmente, de
modo que yo esté preparado para recibir todas las bendiciones y la prosperidad
que tú tienes para mí en todos los aspectos. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla