martes, 17 de febrero de 2015
Romanos 6:1-2
Romanos 6:1-2
"¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos
en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?"
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“ORAR EN EL ESPÍRITU” ¿QUÉ QUIERE DECIR ESTO?
Judas 20-21
“Pero vosotros, amados, edificándoos sobre
vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de
Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”.
En esta escritura, parte de su epístola a “los llamados,
santificados en Dios Padre”, el apóstol Judas los exhorta a edificarse en la fe
“orando en el Espíritu Santo”. El apóstol Pablo, al escribir a los efesios les
habla sobre la necesidad de vestirse “de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10-18).
Entonces les dice: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos”. Y en su primera carta a los corintios Pablo escribe: “¿Qué, pues?
Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento” (1 Corintios
14:15).
“Orar en el Espíritu.” ¿Qué quiere decir esto?
La palabra griega traducida “orar en” el Espíritu, puede
traducirse como “con la ayuda de” o “en conexión con”. Orar en el Espíritu es
orar de acuerdo a la dirección del Espíritu. Es orar por las cosas que el
Espíritu nos guía a que oremos. Cuando “oramos en el Espíritu” sentimos
intensamente en el corazón el deseo de que se haga la voluntad de Dios y que su
nombre sea glorificado en nuestra petición. Eso es orar en el Espíritu, no “hablar
en lenguas” como dicen algunos. Cuando oramos en el Espíritu podemos tener la
seguridad de que, aunque no sepamos exactamente cómo y qué pedir, el Espíritu
Santo nos ayudará en nuestra debilidad, escudriñando nuestros corazones, y
haciendo llegar nuestra súplica hasta Dios (Romanos 8:26).
Orar en el Espíritu quiere decir pedir en la misma
dirección en que obra el Espíritu de Dios. Con mucha frecuencia oramos
dirigiendo las cosas a nuestra manera y capricho, es decir guiados por los
deseos de la carne. Por eso no recibimos. Así dice Santiago 4:3: “Pedís, y no
recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Por ejemplo, un
joven siente admiración por la que le gustaría fuera su compañera, y ora de la
siguiente manera: “Señor, envía a esa mujer a mi vida. Es exactamente lo que
deseo para mí”. ¡Mucho cuidado! Alguien dijo: “Debemos ser cuidadosos al orar.
Quizás nuestra oración sea contestada”.
Orar en el Espíritu implica buscar la voluntad de Dios en
una determinada situación de nuestras vidas, y desear actuar conforme a sus
preceptos. También es necesario estar preparados para aceptar un sí o un no de
parte de Dios. ¿Estoy dispuesto a esperar en el Señor? ¿Descanso al rendirme a
Dios, especialmente cuando su voluntad difiere de la mía? ¿Tengo la seguridad
de que el plan de Dios es lo mejor para mí y los que me rodean? En el huerto de
Getsemaní, Jesús oró en el Espíritu en medio de su agonía diciendo: “Padre mío,
si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. Y
Dios envió un ángel para fortalecerlo (Lucas 22:43). Después se dirigió a la
cruz y ofreció su vida por cada uno de nosotros conforme al divino plan de
salvación para la humanidad.
En Hechos 4:29-30 leemos que, habiendo llegado a oídos de
los apóstoles que había planes contra ellos de parte de los líderes principales
de la ciudad, clamaron a Dios diciendo: “Concede a tus siervos que con todo
denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan
sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús”.
Esta es, en breves palabras, la voluntad de Dios, la cual exclamaron aquellos
hombres orando bajo la dirección del Espíritu Santo en lugar de pedir
protección para ellos como es humanamente natural. Y seguidamente dice la
Biblia que “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló;
y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de
Dios”.
Esto es “orar en el Espíritu”. Pedir confiando que la
voluntad de Dios es lo mejor que puede pasar en nuestras vidas aunque a veces
no la entendamos. Es orar buscando agradar a nuestro Padre celestial y no a
nuestros propios deseos. Cuando oramos de esta manera, recibiremos abundantes
bendiciones, en el tiempo del Señor y conforme a sus planes para nuestras
vidas.
ORACIÓN:
Amado Padre, te ruego me ayudes a discernir tu voluntad,
y a orar siempre conforme a ella y no buscando mi propia satisfacción, para que
tú seas glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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