sábado, 14 de junio de 2014
¿ESTÁS COMIENDO EL VERDADERO PAN DEL CIELO?
¿Estás comiendo el
verdadero pan del cielo?
Éxodo 16:2-4
“Y toda la congregación de los hijos de
Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de
Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto,
cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta
saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda
esta multitud. Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo;
y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo
pruebe si anda en mi ley, o no”.
Esta escritura nos muestra al pueblo de Israel, mientras
se desplazaban a través del desierto con rumbo a la tierra prometida después de
haber sido liberados de la esclavitud en Egipto. Ahora los israelitas tienen
hambre y comienzan a quejarse y a murmurar contra Moisés y Aarón, llegando
hasta a “añorar” los tiempos de esclavitud, y sobretodo mostrando un enorme mal
agradecimiento a Dios a pesar de todo lo que él había hecho por ellos. Sin
embargo, Dios en su inmensa misericordia, les promete que va a saciar su
hambre. Y así lo cumplió, enviándoles “pan del cielo” (el maná) todos los días.
No les faltó el alimento para su sustento durante todos los años que estuvieron
en el desierto, pero la mayoría de ellos murieron sin poder disfrutar de la
Tierra Prometida por su rebeldía y falta de fe en Dios. Todo producto de
espíritus mal alimentados, pues saciaban su hambre física pero no daban la
misma importancia al alimento espiritual.
Nos vamos 1,400 años hacia adelante en la historia, y
encontramos a Jesús enfrentándose a los mismos problemas que confrontó Moisés.
Juan capítulo 6 nos dice que en una ocasión el Señor dio de comer a más de
cinco mil personas con sólo cinco panes y dos pececillos, y después de esto
grandes multitudes le seguían, pero Jesús, conociendo sus corazones, se dirigió
a ellos diciéndoles: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis
visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Juan 6:26).
La mayoría de los que le seguían estaban más interesados en lo material que en
lo espiritual. Entonces Jesús continuó con un consejo que tiene un valor
extraordinario: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que
a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste
señaló Dios el Padre” (v.27).
En esta misma ocasión Jesús les recuerda la época a la
que se refiere el pasaje de hoy, y les dice: “De cierto, de cierto os digo: No
os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.”
(Mateo 6:32-33). Seguidamente se revela a ellos como el Mesías prometido, el
alimento espiritual que tanto ellos necesitaban declarando: “Yo soy el pan de
vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá
sed jamás” (v.35). Finalmente Jesús los deja con este poderoso mensaje, el cual
resuena aun en los tiempos actuales: “De cierto, de cierto os digo: El que cree
en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el
maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para
que el que de él come, no muera” (vv.47-51). Lamentablemente, tanto en los
tiempos de Moisés como en la época del ministerio de Jesús en este mundo y
hasta en la actualidad, la tendencia del ser humano es satisfacer primeramente
sus necesidades materiales y físicas, e ignorar el aspecto espiritual, el cual
debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas.
Cuando Satanás se acercó a Jesús en el desierto para
tentarlo (Mateo capítulo 4), sabiendo que él había ayunado durante cuarenta
días, le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.
Y Jesús le respondió: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios”. Jesús se enfrentó al diablo con el
poder de la Palabra de Dios y éste tuvo que huir. Este poder está a nuestra
disposición, pero es imprescindible que nos hagamos el firme propósito de
buscar ansiosamente cada día “el pan de vida”, el cual encontramos en la
Palabra de Dios.
ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, reconozco que necesito
alimentarme espiritualmente. Te ruego pongas en mí un profundo deseo de buscar
cada día en tu Palabra, el único y verdadero pan de vida eterna: tu Hijo
Jesucristo. En su santo nombre te lo pido, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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