martes, 4 de febrero de 2014

VIVIR EN EL PECADO ES UN POZO RESBALADIZO Y SIN FONDO.


Una vez que caes en el tiendes a hundirte mas y mas en el fango. Vas camino de la destrucción eterna mientras te inundas en una oscuridad profunda.

La única esperanza que tienes es mirar hacia arriba y ver la luz de la presencia del Señor alumbrándote. Aunque desde el fondo del pozo, tu perspectiva te indique que estas mirando un rayo de luz débil, esos rayos de esperanza pueden alcanzarte... no importa lo profundo que estés. Si mantienes tu mirada en el Señor podrás empezar a salir del abismo de la desesperación en que te encuentres. Cuando alcances su mano y te agarres de ella, Él te traerá nuevamente a su luz. Te limpiará, te quitará toda la suciedad y te cubrirá con su manto de justicia y ambos, el Señor y tu, echarán a caminar juntos por el camino de la vida.



“Gracia y Paz”

¿TU FE ES… VERDADERA?


Daniel 3:13-18
“Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”.

El rey Nabucodonosor había mandado a construir una enorme estatua de oro con el fin de que todo el pueblo la adorara. Y todo aquel que no la adorara sería “echado dentro de un horno de fuego ardiendo”, dice el versículo 6 de este capítulo. Había tres jóvenes judíos, fieles servidores de Dios, que se negaron a adorar la estatua, los cuales fueron acusados y el rey los mandó a buscar. Sin duda una situación extremadamente difícil para aquellos jóvenes. Pero ¿cómo respondieron ellos a las amenazas del rey Nabucodonosor?

Mostrando un valor extraordinario le dijeron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. En otras palabras: “Sabemos que nuestro Dios tiene el poder para librarnos de tu mano, pero si no lo hiciera sería porque tiene mejores planes para nosotros. Por lo tanto le seremos fieles a él, y no adoraremos tu estatua”. Sadrac, Mesac y Abed-nego creían de todo corazón que Dios podía librarlos del horno de fuego, si era esa su voluntad, y si no, algo mejor tendría para ellos. Por eso depositaron en él toda su confianza y se enfrentaron a la terrible amenaza sin temor. Y cuenta la Biblia que el rey “ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado”. Y seguidamente los jóvenes fueron atados y echados dentro del horno. Es imposible siquiera pensar que esto no fuera el final de las vidas de aquellos jóvenes. Sin embargo algo absolutamente sobrenatural ocurrió. Cuando el rey y sus oficiales se asomaron al horno, en lugar de tres varones vieron a cuatro, “y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”, dijo Nabucodonosor. Muchos comentaristas bíblicos están de acuerdo en que era verdaderamente el Hijo de Dios. Y aquellos jóvenes judíos salieron ilesos del horno. “El fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían” (v.27).

El primer paso de todo creyente hacia una vida de victoria es creer de todo corazón que nuestro Dios es todopoderoso, que todo lo puede, aún aquello que para nosotros es totalmente imposible. Y que nos ama tanto que o nos libra de las tribulaciones, o está con nosotros cuando las atravesamos. La fe de Sadrac, Mesac y Abed-nego fue más allá de la seguridad de que Dios tenía el poder de librarlos del horno de fuego. Ellos sabían que el Señor podía tener otros planes para sus vidas, y estaban dispuestos a aceptarlos.

Esta es la verdadera fe, la que espera que se haga la voluntad de Dios sabiendo que es lo mejor que puede pasar aunque no lo entendamos. Así escribió el apóstol Pablo en Efesios 3:20-21: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego que aumentes mi fe, para que en momentos difíciles de mi vida yo pueda echar fuera toda duda y creer de todo corazón que para ti nada es imposible, y que tú puedes resolver mi problema conforme a tu perfecta voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla