Romanos 8:32-39
“El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también
con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que
también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está
escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como
ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro".
A través de toda la Biblia leemos acerca del
maravilloso plan de Dios para darnos salvación eterna. Juan 3:16 dice: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Todo el que cree en
Jesucristo de todo corazón, y acepta su sacrificio es salvo y tiene vida
eterna, dice Romanos 10:9-10. El pasaje de hoy nos afirma una vez más la
realidad de ese plan divino. Aquí el apóstol Pablo hace algunas preguntas
sumamente importantes:
La primera: “¿Quién acusará a los
escogidos de Dios?” La respuesta es muy simple: nadie puede levantar una
acusación en contra de los creyentes y triunfar en su esfuerzo. Ciertamente el
diablo trata, pero Dios nos ha justificado a través de Jesucristo, y ha
declarado que no hay ninguna culpabilidad en nosotros. Sin duda, a través de
nuestras vidas, aun después de haber aceptado a Cristo como salvador,
cometeremos pecados pero a pesar de ello no podremos ser juzgados en la corte
de Dios por segunda vez.
La segunda pregunta: “¿Quién es
el que condenará?” El único que tiene la autoridad y el poder es Cristo, por lo
que hizo en la cruz del Calvario. No hay nadie que pueda condenarnos. La Biblia dice que “ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).
La tercera pregunta: “¿Quién nos
separará del amor de Cristo?” En la vida pasamos por muchas experiencias que
prueban nuestra fe, pero lo importante es estar concientes de que somos salvos
por gracia, no por nuestras obras (Efesios 2:8-10). Jesús entiende nuestras
debilidades y nuestra incapacidad, y no está interesado en echarnos de su lado
tan pronto cometamos un error. Dios siempre supo que cometeríamos errores
después de haber recibido a Cristo, pero él nos salvó de todas maneras. Así que
podemos tener la absoluta seguridad de que “ninguna cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Algunos piensan que la seguridad de vida eterna puede motivar a los
creyentes a vivir una vida pecaminosa puesto que no tienen nada que perder.
Este es un concepto puramente humano, que carece totalmente de fundamento
espiritual. Cuando aceptamos a Jesucristo como salvador, el Espíritu Santo
viene a morar en nosotros y se encarga de llevar a cabo el proceso de
santificación en nuestras vidas. Pablo les escribe a los cristianos de Roma:
“Gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados
del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). El
pecado no puede dominar a un creyente que se ha sumergido en la palabra de
Dios, y permite ser guiado por el Espíritu Santo.
Si has aceptado a Jesucristo como
tu salvador, ¡Gloria a Dios! Pero si no tienes la absoluta seguridad de que
vivirás junto al Señor por toda la eternidad, y crees de corazón que Jesús es
el Hijo de Dios y que Dios lo resucitó de los muertos, sólo tienes que
confesarlo con tus labios, pidiendo al Señor que entre en tu corazón. Entonces
recibirás el regalo de la vida eterna.
ORACIÓN:
Bendito Dios, gracias te doy por
haber enviado a tu Hijo para darnos acceso al cielo y morar contigo por toda la
eternidad. Ayúdame a vivir en este mundo con mi mente y mi corazón enfocados en
la morada eterna que tú has preparado para mí. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla