Colosenses 4:2-5
“Perseverad en la oración,
velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por
nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a
conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo
manifieste como debo hablar. Andad sabiamente para con los de afuera,
redimiendo el tiempo”.
En cada carta del apóstol Pablo,
de una manera u otra, vemos una exhortación a orar. Aquí les dice a los
colosenses que sean perseverantes en la oración, y les pide que oren por él, no
por su liberación de la cárcel, sino para que el Señor abra puertas para que él
y sus colaboradores puedan llevar a cabo su tarea de dar a conocer el evangelio
de Cristo. Por ultimo, les aconseja que anden sabiamente, y que rediman, es
decir, que aprovechen el tiempo al máximo. El valor del tiempo es incalculable.
Constantemente estamos deseando
tener más tiempo. ¿Y qué hacemos con él? Si analizamos cómo invertimos el
tiempo en nuestras vidas conoceremos donde está nuestro corazón y qué es lo más
importante para nosotros. ¿Cuánto tiempo inviertes en ver la televisión? ¿O en
el cine, o en algún evento deportivo, o simplemente hablando por teléfono? No
quiere esto decir que en todos estos casos estés cometiendo pecado o haciendo
algo inmoral, pero es muy probable que no estés usando ese tiempo con el fin de
glorificar el nombre del Señor.
A través de la historia
encontramos a hombres y mujeres que dedicaron todo su tiempo y sus propias
vidas al avance del Reino de Dios, sin importarles el costo. Vivieron vidas que
reflejaron el carácter de Cristo. Contaron historias del amor de Jesús,
invitaron a otros a unirse a su causa para encontrar una profunda e íntima
relación con Dios. Esta relación es la que Jesús mismo mostraba en sus
acciones. El amó a sus discípulos y a todos los que vinieron a escuchar sus
enseñanzas. El amó a aquellos a los que sanó al igual que amó a los pecadores y
aún a aquellos que le injuriaban. La
Biblia también nos dice que él perdonó y mostró amor a las
mismas personas que le crucificaron (Lucas 23:34). Romanos 5:8 dice: “Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros”. Mientras estuvo en la tierra, Jesús dedicó su tiempo a servir y
a mostrar el amor de Dios a todas las personas sin excepción. Y en nuestros
tiempos Jesús anhela continuar haciéndolo a través de nosotros.
Una antigua historia cuenta que
en el patio de una pequeña iglesia de un pueblo del sur de Francia había una
estatua de Jesucristo con las manos extendidas. En medio de un bombardeo
durante la Segunda
Guerra Mundial una bomba cayó cerca de la estatua y ésta fue
destruida por la explosión. Después que cesó el bombardeo los miembros de la
iglesia se dieron a la tarea de reconstruir la estatua y cuidadosamente y con
mucha paciencia se dedicaron a buscar los pedazos e irlos pegando uno a uno. Al
final la estatua quedó casi totalmente reconstruida, pero había un problema: no
pudieron encontrar las manos. Aquello fue motivo de disgusto y frustración
entre aquellas personas. Unos opinaban que debían construirle nuevas manos,
otros sugerían que debían construir otra estatua. Y así por largo rato
discutían y opinaban sin llegar a un acuerdo, hasta que alguien sugirió una
idea que fue aceptada por todos: colocaron en la base de la estatua un letrero
que decía: “NO TENGO OTRAS MANOS QUE LAS TUYAS”.
La historia no menciona la
denominación de esta iglesia. Pero cualquiera que esta sea, la ilustración debe
servir para recordarnos que nosotros somos hoy el cuerpo de Cristo. Como tal,
él desea que seamos una extensión de sí mismo en el mundo. A través de nuestros
miembros y nuestros sentidos él puede ministrar a las personas en necesidad.
Una llamada telefónica a un hermano enfermo, unas palabras de consuelo a
alguien que está en medio de una prueba, hablarle de Jesús a un compañero de
trabajo. En fin, el Señor quiere que seamos sus instrumentos entre aquellos que
nos rodean. No existe una mejor inversión de nuestro tiempo que dedicarlo al
servicio de Dios.
ORACIÓN:
Padre del cielo, gracias te doy
por todas las personas que tú has usado para hacer llegar a mi vida tu Palabra
y tus bendiciones. Te ruego que me capacites para servirte como instrumento
para que tú bendigas a todos aquellos que me rodean. Que la manera en que yo
invierta mi tiempo resulte en gloria y honra para tu nombre. En el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla