Jeremías 31:18
“Escuchando, he oído a Efraín que se
lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y
seré convertido, porque tú eres Yahweh mi Dios”.
Efraín era el hijo menor de José, hijo de Jacob, llamado
Israel. Dios determinó que fuera Efraín el que recibiera la bendición de la
primogenitura, aunque por derecho le correspondía a su hermano mayor Manasés.
José percibió esto como un error y trató de impedirlo
cuando su anciano padre, en su lecho de muerte, estaba otorgando la bendición
patriarcal, porque Jacob cruzó sus manos para colocar su mano derecha sobre el
hijo menor y la izquierda sobre el mayor, pero Jacob insistió en que así debía
ser (Génesis 48).
Esta es una muestra de la elección y gracia soberana de
Dios. No había ninguna razón que pudiera entenderse para que el orden
establecido tuviera que cambiarse, pero Dios quiso otorgar una bendición
superior al menor en esta ocasión.
Muy pocas veces reflexionamos en los privilegios que Dios
nos da, por el contrario son muchas las veces que nos quejamos por aquellas
cosas que no nos han sido concedidas. Esta falta de agradecimiento nos lleva a
tener una actitud rebelde y por eso es descrito Efraín como un novillo
indómito, es decir, un animal que no ha sido domado y que responde con
agresividad ante aquel que pretende dominarlo.
¿Te has puesto a pensar en todos los beneficios que
disfrutas? ¿Por qué te otorgó Dios esos favores y los negó a otros?
¿Tuviste acceso a la educación? Eso es un privilegio,
millones de personas en el mundo no lo tuvieron. ¿Tienes sustento, un lugar
dónde vivir y ropa? Esos son privilegios, millones de personas carecen de estas
cosas básicas. Vives en un país con acceso a la Biblia, mientras que otros
nacieron, vivieron y murieron sin haber escuchado el Evangelio.
Así como Efraín, que por la gracia de Dios gozó de
ciertos privilegios, nosotros tenemos bendiciones muy grandes, las cuales no
hemos merecido, porque no somos mejores que el resto de las personas. Sin embargo,
no hemos sido agradecidos.
Según la escritura que hemos leído, Efraín se comportó
con rebeldía y Dios tuvo que aplicar la disciplina, el azote. Dios llama a
cuentas a todos los hombres y en especial a aquellos a los cuales ha favorecido
de manera particular.
Al mencionar a Efraín, el profeta Jeremías se refiere a
la cabeza de las 10 tribus del Norte, que habían sido ya llevadas cautivas por
los asirios. Samaria era ahora una ciudad pagana en la cual apenas quedaba
rastro de la religión verdadera y los Israelitas habían sido ya dispersados.
El cristiano debe tomar las palabras de Efraín como suyas
propias y entender que Dios ha tenido que disciplinarnos de diversas maneras para
hacernos volver a Él, porque nos hemos comportado de forma rebelde, como un
novillo indómito.
Luego de percibir la dura mano de Dios, Efraín reconoce
también que el castigo en sí mismo no es suficiente sin la gracia divina.
Nosotros podemos sufrir las tristes consecuencias de nuestros errores y pecados
y reconocer que hemos hecho mal y sufrir pena por esto pero todavía permanecer
en rebeldía, esa es la situación de la mayoría de las personas en este mundo.
El apóstol Pablo escribió: “Porque la tristeza que es
según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que
arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:10).
Millones de personas lloran y lamentan las consecuencias
de sus actos, pero aún así son incapaces de reconocer sus pecados como
terribles ofensas a Dios. Por lo tanto esa clase de arrepentimiento que muchos
experimentan les lleva a la muerte, y en vez de acercarlos a Dios, los separa
aún más de Él.
No necesariamente el que sufre aflicción, angustia o
tribulación experimenta arrepentimiento verdadero, es necesario que Dios en su
misericordia actúe en el corazón. Por esta razón Efraín rogó, “conviérteme…”
El profeta Juan describe la reacción de los impíos al
sufrir los castigos enviados por Dios para el tiempo final: “…Y los hombres se
quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder
sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria… y blasfemaron
contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se
arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:9,11).
Así como el calor del sol tiene efectos contrarios en la
cera y en la arcilla (porque la primera se derrite y la otra se endurece), de
igual modo, la reacción que mostremos ante las aflicciones y adversidades de la
vida mostrará la condición de nuestro corazón.
¡Que Dios quite nuestra soberbia y que podamos recibir la
corrección con un corazón humilde!
No menosprecies la Gracia de Dios y pídele que te conceda
un corazón arrepentido y que te convierta para ser como Él desea que seamos.
¡Gracia y Paz!
Alexander León