domingo, 15 de julio de 2012

¿CUÁL ES LA ESPERANZA QUE BRINDA VERDADERO CONSUELO, GOZO, PAZ, Y BENDICIÓN?


Frecuentemente muchos “cristianos” dicen que tal o cual pastor les han cambiado sus vidas y la de sus familias. Dicen que Carlos Cash Luna, Benny Hinn, Pat Robertson, y otros les han transformado sus vidas y que ahora se sienten felices y en “sintonía” con el Señor. No obstante, la pregunta es: ¿cuál es el mensaje que ellos oyeron y que cambió sus vidas? ¿Acaso será la vana promesa de que pueden ser prosperados hasta hacerse ricos en este mundo presente si siembran su “semilla” fielmente? ¿Acaso es la promesa de que si cumplen con ser fieles diezmadores para su iglesia y su pastor serán multiplicados sus ingresos personales y familiares? Tenemos que ser muy claros en esto, pues de lo contrario ese cambio o transformación “espiritual” durará muy poco, cuando se den cuenta finalmente de que todo sigue igual o peor en sus vidas, mientras que sus líderes se van enriqueciendo día a día a costa del sudor de los fieles.

Definiendo la Esperanza que da gozo
Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz creyendo, para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo” (Romanos 15:13). Aquí Pablo dice que el gozo viene por el creer para que podamos abundar en esperanza—¿pero creer en qué? Pues un poco antes, en el versículo 4, Pablo había escrito: “Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas; para que por la paciencia, y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. Aquí Pablo recalca que la esperanza que produce gozo, paz, y consolación es aquella que viene por el creer en las cosas que fueron escritas para nuestra enseñanza. —¿Y qué cosas fueron escritas para nuestra enseñanza y consolación? La respuesta salta a la vista en los versículos 16, 19, 20, 29, cuando Pablo lo resume en una frase: el evangelio. Estas son sus palabras: “Para ser ministro de Jesucristo á los Gentiles, ministrando (enseñando, entregando) el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los Gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo”… de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, he llenado todo del evangelio de Cristo. De esta manera me esforcé á predicar el evangelio…Y sé que cuando llegue á vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo”. Así que el evangelio de Cristo, que es el evangelio de Dios el Padre, condensa todo lo que fue escrito para ser enseñado a Judíos y Griegos para que diera verdadera esperanza y bendición a los creyentes. Así que el verdadero evangelio brinda las bendiciones duraderas que uno esperaría de un Dios amoroso. No es extraño, entonces, que Pablo aconsejara a permanecer en la esperanza del evangelio, con estas palabras: “Si empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído…” (Col. 1:23).

¿Pero de qué se trata ese evangelio de Cristo?
En primer término debemos señalar lo dicho por Pablo sobre la misión central de Jesús en el verso 8, y que dice: “Digo, pues, que Cristo Jesús fue hecho ministro de la circuncisión por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas á los padres”. Así que Cristo vino a ratificar las promesas hechas a los padres. Con esta introducción Pablo relaciona las cosas que fueron antes escritas para nuestra enseñanza con lo que Cristo vino a confirmar, es decir, las promesas que Dios hizo a los padres. Este es el evangelio de Cristo, y el evangelio de Pablo, y el evangelio cristiano para los gentiles también, para que ellos glorifiquen a Dios junto con los Judíos creyentes. Dicen los versos 9-11: “Y para que los Gentiles glorifiquen á Dios por la misericordia; como está escrito: Por tanto yo te confesaré entre los Gentiles, Y cantaré á tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, Gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los Gentiles, Y magnificadle, todos los pueblos”. Por eso no me sorprende que Pablo haya seguido el ejemplo de Jesús de predicar el reino de Dios,  que es la misma esperanza de la promesa hecha a los padres: “Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios á nuestros padres, soy llamado en juicio” (Hechos 26:6). O como él también lo dijera en Hechos 28:20: “porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena”.

¿Cuáles son las promesas hechas a los Padres y que compartimos por fe?
En Hechos 26:6 vimos que Pablo predicaba la esperanza de la promesa hecha a los padres, pero en Hechos 20:25 él había dicho que había estado predicando el reino de Dios: “Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro”. Así que el Reino de Dios que predicó Pablo es la misma promesa hecha a los padres que lo llevó a juicio, y que Cristo vino primero a anunciar y a confirmar a sus paisanos, para que los que lloran puedan recibir consolación (Mateo 5:4).

El reino de Dios comprende las cosas que fueron escritas en las Escrituras para ser enseñadas y creídas por los potenciales creyentes a fin de que pudieran recibir verdaderamente consolación, esperanza, y gozo verdaderos y duraderos.

Recordemos que Dios hizo pactos con los padres, los cuales tenían que ver con una tierra (Génesis 12:3;13:15;15:18) y con un rey justo (Isaías 32:1) que restauraría todas las cosas a su estado original (Hechos 3:19-21). Esta era la esperanza de José de Arimatea, un fiel discípulo de Jesús (Marcos 15:43), y de los apóstoles del señor (Hechos 1:3,6,7).

Es evidente, entonces, que lo que da verdadera esperanza, gozo y bendición es la promesa del reino de Dios, la cual significará la felicidad de los pobres en espíritu, la consolación de los que lloran, la herencia de la tierra renovada para los mansos, la saciedad para los hambrientos y sedientos de justicia, la misericordia para los misericordiosos, la comunión con Dios para los limpios de corazón, la filiación divina para los pacificadores, y la bienaventuranza para los que son perseguidos por su fe (Mateo 5:3-11).

El Mensaje de esperanza y gozo es ignorado por los evangelistas famosos de hoy
Desafortunadamente el divino mensaje de esperanza y de gozo del reino de Dios es poco o casi nada predicado en las iglesias de hoy. De hecho, los evangelistas contemporáneos lo ignoran por completo, y lo que es peor, lo han sustituido por uno trucado, vano, y de dicha temporal y pasajera llamado: “El evangelio de la prosperidad”. Este evangelio es satánico, engañoso y efímero, que hace “feliz” a unos pocos, y desgraciados a la mayoría. Ahora bien, de hecho podemos decir que hay un evangelio de la prosperidad, pero no para hoy, sino para la era del reino, la Edad donde todos los fieles alcanzarán las bendiciones prometidas por el Señor según sus obras presentes. En la Parábola de la Diez Minas Jesús expone claramente esta verdad de la retribución venidera según las obras presentes (Lucas 19). Hoy estamos sembrando en este mundo para cosechar en la parusía del Señor Jesucristo, el Amo de esta tierra que aparecerá para tomarnos cuenta de lo que hemos producido para él durante su ausencia.

(Lectura: Romanos 15)

“Gracia y Paz”
(Mario A Olcese)

EL PRIMER ATAQUE CONTRA LA FAMILIA


Después que Dios creó la primera pareja y los unió en la primera ceremonia de matrimonio, hubo perfecta armonía, compañerismo y alegría. Adán tenía una esposa con quien tener comunión, ambos ejercían el dominio en conjunto. Eva tenía a su marido para protegerla, proveer y cuidar de ella. Todo estaba bien en el Edén, por el momento.

La perfección no duró mucho tiempo –una serpiente estaba suelta en el Jardín del Edén, astuta y animada por Satanás. Se puso en marcha el primer ataque contra la familia en primer lugar, atacando en contra de Dios y Su creación perfecta.

En el primer asalto registrado contra la humanidad, Satanás trató de revertir el modelo de Dios sobre el matrimonio. El diablo en un acto estratégico de traición –minó no sólo la primera familia, sino todo el sistema de Dios de gobierno terrenal.

Piense en esto: Dios es la cabeza del hombre, el hombre es la cabeza de la mujer, y la humanidad en conjunto preside el reino animal. En esencia, el patrón era Dios, hombre, mujer, animales. Satanás, literalmente, volteó todo el sistema de cabeza. Un animal (la serpiente), llegó a la mujer (Eva), le aconsejó actuar con independencia de su marido (Adán), y desobedecer al Creador (Dios).

Desde un punto de vista militar, el plan de Satanás era brillante y obtuvo una victoria inmediata. Y su estrategia no terminó con los primero padres –él utilizó las mismas tácticas en los primeros hijos también. El primer hijo de Adán, Caín mató a su hermano menor, Abel, incurrió en maldición de Dios sobre su vida. Satanás se las arregló para inyectar veneno entre los cónyuges, hermanos, y en todas las relaciones humanas.

Eso es un récord impresionante para Satanás –él es un enemigo astuto y hábil. Fue, y sigue siendo, un destructor de hogares. Nos tienta, nos ofrece la oportunidad de una alternativa de pecado al designio de Dios, y nos tomamos lo que él tiene para ofrecer, en detrimento de nuestras relaciones. Satanás ha sabido desde el principio lo que muchos cristianos ingenuos son lentos para entender –la familia es clave en el plan de Dios. Destruya la familia y la sociedad se desmorona.

Hay muchas familias para que Satanás lleve a cabo en solitario su campaña de destrucción, por lo que solicita la ayuda de la sociedad secular moderna. Después de todo, el “mundo entero está bajo el poder del maligno” (1 Juan 5:19). A través de filosofías impías e ideologías, sigue atacando a los roles tradicionales de hombres y mujeres dentro de la familia. Grupos de intereses especiales y organismos de gobierno parecen empeñados en la disolución de la familia tradicional, abogando por la normalización de la homosexualidad, "matrimonio" del mismo sexo y (en algunas culturas hoy en día) los programas de esterilización. El divorcio se ha hecho fácil, leyes y derechos fiscales penalizan el matrimonio, y el bienestar del gobierno recompensa el parto fuera de matrimonio. Todas esas tendencias (y muchos más como estas) son ataques directos contra la santidad de la familia.

Aunque muchos líderes cristianos han estado apasionadamente expresando su preocupación acerca de la disolución de la familia desde hace décadas, las cosas se han hecho cada vez peor, no mejor, en la sociedad en general. Los comentaristas seculares sociales han comenzado últimamente la afirmación de que la familia nuclear tradicional ya no es ni siquiera “realista” Un artículo publicado por la revista online Salón, dijo esto: “El ‘ideal’ de la familia –un padre y una madre, unidos entre sí por el matrimonio legal, criando hijos biológicos– es una reliquia terca, un símbolo nacional que aún no ha regresado como gastada y poco realista”. La familia nuclear simplemente no funcionará en la sociedad del siglo 21, de acuerdo a muchos de estos autoproclamados “expertos”.

Sé que esas voces se equivocan, sin embargo, porque he sido testigo de miles de padres en nuestra iglesia que han puesto en práctica lo que enseña la Biblia acerca de la familia, y ellos y sus familias han sido grandemente bendecidos por ello.

A medida que la sociedad continúa con su loca búsqueda para eliminar a la familia, y mientras toda nuestra cultura por lo tanto, se deshace más y más, se vuelve más importante que nunca para los cristianos el comprender lo que la Biblia enseña acerca de la familia, y ponerlo en práctica en sus hogares. Es muy posible que el ejemplo que demos ante el mundo a través de hogares y familias fuertes y saludables a la larga serán una de las pruebas más poderosas, atractivas y vivas que cuando la Biblia habla, habla con la autoridad de Dios, que nos ha creado y cuyo diseño de la familia es perfecto.

Tenga en mente esta serie de pensamientos y aquí le dejo una pregunta para el hilo de comentarios: ¿De qué manera cree usted que las familias “cristianas” han mostrado dudas sobre el plan de Dios para la familia?

“Gracia y Paz” 
(John F. Macarthur)

¿POR QUÉ DEBES ORAR?


Mateo 6:5-8
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.”

Jesús estaba conversando con sus discípulos acerca de la oración, cuando les dio estas instrucciones. En la actualidad, hay muchas personas que se basan en el último versículo de este pasaje para cuestionar la necesidad de orar. “Si Dios ya lo sabe”, dicen, “¿qué necesidad hay de orar?” Otros afirman que no hay que orar por las cosas materiales, pues estas están cubiertas de todos modos. Estos se apoyan en las palabras de Jesús en Lucas 12:29-30: “Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas”. Entonces, ¿para qué orar?

Lo cierto es que no oramos para informarle a Dios de nuestras necesidades, pues él lo sabe todo. Tampoco la oración persigue el fin de influenciar a Dios y cambiar sus planes. En realidad el propósito es que la oración ejerza una influencia sobre nosotros, puesto que somos nosotros los que necesitamos este beneficio y no Dios. Él no necesita que le digan las cosas, pero nosotros sí necesitamos decírselas, esa es la cuestión. El creyente que descuida el aspecto de la oración, que no dedica un tiempo diariamente a darle gracias a Dios porque él suple a diario su alimento, el lugar en el que vive, su ropa, las necesidades básicas e incluso los lujos de la vida, crea un sentido de autosuficiencia que inevitablemente endurece su corazón.

Cuando actuamos de esta manera, poco a poco sucumbimos al engaño satánico de que nosotros mismos podemos suplir todas estas necesidades y nos dejamos arrastrar por una increíble vanidad, creyendo que es nuestra sabiduría y nuestras habilidades las que hacen posible que podamos conseguir todas estas cosas sin contar con Dios para nada. Y cuando empezamos a pensar de esta manera, el orgullo se apodera de nosotros y es como si estuviésemos ciegos, con una ceguera que oscurece nuestro discernimiento espiritual y endurece nuestros corazones. La Biblia nos muestra un ejemplo de esta actitud en Daniel capítulo 5. Dice el versículo 18 que Dios le dio al rey Nabucodonosor “el reino y la grandeza, la gloria y la majestad”. Y por esto todos los pueblos y naciones “temblaban y temían delante de él”. Producto de ello, el rey se llenó de orgullo, y se olvidó de dar gracias a Aquel que le había dado todo. Y el versículo 20 dice que “cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria”. Una actitud soberbia y orgullosa siempre traerá malas consecuencias. Por el contrario, cuando humildemente reconocemos nuestra dependencia del Señor, y día tras día venimos a él en oración con corazones agradecidos, seremos abundantemente bendecidos.

¿Por qué debes orar? Porque Dios nos ha facilitado este medio para llegarnos a su santa presencia, para que podamos conocerle íntimamente, para que su Santo Espíritu obre en nuestras vidas, para llenarnos de su gozo y de su paz. La oración es esencial para nuestra supervivencia. La oración fue el arma más poderosa usada por Jesús durante su vida terrenal. Y si Jesús, el Hijo de Dios, necesitó de la oración, cuánto más cada uno de nosotros, débiles e incapaces seres humanos. El precio de no orar es demasiado alto y las consecuencias pueden ser terribles.

ORACIÓN:
Padre santo, ayúdame a reconocer la necesidad de vivir en comunión contigo. Pon en mi corazón un ferviente deseo de buscar tu rostro en oración cada día de mi vida, para que yo pueda recibir de ti la fortaleza, la sabiduría y el valor para vivir una vida victoriosa. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

EL PELIGRO DE DESLIZARSE


Proverbios 14:15-16
“El simple todo lo cree; Mas el avisado mira bien sus pasos. El sabio teme y se aparta del mal; Mas el insensato se muestra insolente y confiado”.

Una hermosa tarde, mi mejor amigo y yo encontramos un bote abandonado flotando en el río. Tenía los remos rotos, pero eso no pareció ser un impedimento para un par de adolescentes. Subimos al bote, y nos dejamos llevar por la corriente. No estoy seguro de cuánto tiempo pasó mientras estuvimos flotando a la deriva, pero supimos que estábamos en problemas cuando oímos un estruendo. Más adelante el agua se precipitaba sobre una represa. Aterrorizados, echamos mano de los remos rotos y nos pusimos a remar con fuerza contra la corriente. Nos las arreglamos para llegar bien cerca de la orilla, y saltamos, pero el bote cayó en la represa. Lo que comenzó como una diversión sencilla terminó casi en una tragedia.

Eso es exactamente lo que sucede con muchas personas hoy. Lo que comienza como una diversión, termina en un naufragio porque las personas se dejan llevar por la corriente, sin pensar antes o darse cuenta de que se están alejando de la seguridad que ofrece el plan de Dios. Según la actitud prevaleciente en la sociedad moderna, Dios no hace falta mientras la corriente esté tranquila. En otras palabras, cuando hay buenos ingresos, la familia está libre de riesgos y la salud es estable, ir con la corriente parece bien. Pero, en realidad, una persona a la deriva está siendo arrastrada a corrientes contrarias a Cristo y la iglesia.

El pasaje de hoy enseña que el sabio ve el futuro, y evita el desastre. Dicho de otra manera: Dejarse llevar por la corriente es una insensatez. En muchos aspectos de la vida —matrimonio, familia, finanzas, etc.— necesitamos tener un plan de navegación claro para tener éxito (Proverbios 3:6).

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

APRENDIENDO LOS ESTATUTOS DE DIOS


Salmos 119:71
“Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos”.

¿En alguna ocasión has dicho, “me hizo bien estar afligido; estar enfermo, perder dinero, o sufrir”? ¿Por qué diría El Rey David semejante cosa? La última parte del versículo nos explica; “Para que aprenda tus estatutos”.

A veces es necesario que Dios permita el castigue que recibimos. A veces necesitamos una aflicción para ganar nuestra atención; y si el problema o la aflicción es motivo para volver a Dios, entonces valió la pena y podemos decir con David, “Fue bien que Dios me castigó, para que yo aprendiera, y me volviera a Él.

Dios no es un padre permisivo e indulgente. “Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto, y apartaré de entre vosotros a los rebeldes y a los que se rebelaron contra mí…” Ezequiel 20:37-38.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día