Frecuentemente muchos “cristianos”
dicen que tal o cual pastor les han cambiado sus vidas y la de sus familias. Dicen
que Carlos Cash Luna, Benny Hinn, Pat Robertson, y otros les han transformado
sus vidas y que ahora se sienten felices y en “sintonía” con el Señor. No
obstante, la pregunta es: ¿cuál es el mensaje que ellos oyeron y que cambió sus
vidas? ¿Acaso será la vana promesa de que pueden ser prosperados hasta hacerse
ricos en este mundo presente si siembran su “semilla” fielmente? ¿Acaso es la
promesa de que si cumplen con ser fieles diezmadores para su iglesia y su
pastor serán multiplicados sus ingresos personales y familiares? Tenemos que
ser muy claros en esto, pues de lo contrario ese cambio o transformación
“espiritual” durará muy poco, cuando se den cuenta finalmente de que todo sigue
igual o peor en sus vidas, mientras que sus líderes se van enriqueciendo día a
día a costa del sudor de los fieles.
Definiendo
la Esperanza
que da gozo
Pablo escribió: “Y el Dios de
esperanza os llene de todo gozo y paz creyendo, para que abundéis en esperanza
por la virtud del Espíritu Santo” (Romanos 15:13). Aquí Pablo dice que el gozo
viene por el creer para que podamos abundar en esperanza—¿pero creer en qué?
Pues un poco antes, en el versículo 4, Pablo había escrito: “Porque las cosas
que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas; para que por
la paciencia, y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. Aquí
Pablo recalca que la esperanza que produce gozo, paz, y consolación es aquella
que viene por el creer en las cosas que fueron escritas para nuestra enseñanza.
—¿Y qué cosas fueron escritas para nuestra enseñanza y consolación? La
respuesta salta a la vista en los versículos 16, 19, 20, 29, cuando Pablo lo
resume en una frase: el evangelio. Estas son sus palabras: “Para ser ministro
de Jesucristo á los Gentiles, ministrando (enseñando, entregando) el evangelio
de Dios, para que la ofrenda de los Gentiles sea agradable, santificada por el
Espíritu Santo”… de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta
Ilírico, he llenado todo del evangelio de Cristo. De esta manera me esforcé á
predicar el evangelio…Y sé que cuando llegue á vosotros, llegaré con abundancia
de la bendición del evangelio de Cristo”. Así que el evangelio de Cristo, que
es el evangelio de Dios el Padre, condensa todo lo que fue escrito para ser
enseñado a Judíos y Griegos para que diera verdadera esperanza y bendición a
los creyentes. Así que el verdadero evangelio brinda las bendiciones duraderas
que uno esperaría de un Dios amoroso. No es extraño, entonces, que Pablo
aconsejara a permanecer en la esperanza del evangelio, con estas palabras: “Si
empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza
del evangelio que habéis oído…” (Col. 1:23).
¿Pero
de qué se trata ese evangelio de Cristo?
En primer término debemos señalar
lo dicho por Pablo sobre la misión central de Jesús en el verso 8, y que dice:
“Digo, pues, que Cristo Jesús fue hecho ministro de la circuncisión por la
verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas á los padres”. Así que
Cristo vino a ratificar las promesas hechas a los padres. Con esta introducción
Pablo relaciona las cosas que fueron antes escritas para nuestra enseñanza con
lo que Cristo vino a confirmar, es decir, las promesas que Dios hizo a los
padres. Este es el evangelio de Cristo, y el evangelio de Pablo, y el evangelio
cristiano para los gentiles también, para que ellos glorifiquen a Dios junto
con los Judíos creyentes. Dicen los versos 9-11: “Y para que los Gentiles
glorifiquen á Dios por la misericordia; como está escrito: Por tanto yo te
confesaré entre los Gentiles, Y cantaré á tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos,
Gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los Gentiles, Y
magnificadle, todos los pueblos”. Por eso no me sorprende que Pablo haya
seguido el ejemplo de Jesús de predicar el reino de Dios, que es la misma esperanza de la promesa hecha
a los padres: “Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios á nuestros
padres, soy llamado en juicio” (Hechos 26:6). O como él también lo dijera en
Hechos 28:20: “porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena”.
¿Cuáles
son las promesas hechas a los Padres y que compartimos por fe?
En Hechos 26:6 vimos que Pablo
predicaba la esperanza de la promesa hecha a los padres, pero en Hechos 20:25
él había dicho que había estado predicando el reino de Dios: “Y ahora, he aquí,
yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el
reino de Dios, verá más mi rostro”. Así que el Reino de Dios que predicó Pablo
es la misma promesa hecha a los padres que lo llevó a juicio, y que Cristo vino
primero a anunciar y a confirmar a sus paisanos, para que los que lloran puedan
recibir consolación (Mateo 5:4).
El reino de Dios comprende las
cosas que fueron escritas en las Escrituras para ser enseñadas y creídas por
los potenciales creyentes a fin de que pudieran recibir verdaderamente
consolación, esperanza, y gozo verdaderos y duraderos.
Recordemos que Dios hizo pactos
con los padres, los cuales tenían que ver con una tierra (Génesis
12:3;13:15;15:18) y con un rey justo (Isaías 32:1) que restauraría todas las
cosas a su estado original (Hechos 3:19-21). Esta era la esperanza de José de
Arimatea, un fiel discípulo de Jesús (Marcos 15:43), y de los apóstoles del
señor (Hechos 1:3,6,7).
Es evidente, entonces, que lo que
da verdadera esperanza, gozo y bendición es la promesa del reino de Dios, la
cual significará la felicidad de los pobres en espíritu, la consolación de los
que lloran, la herencia de la tierra renovada para los mansos, la saciedad para
los hambrientos y sedientos de justicia, la misericordia para los
misericordiosos, la comunión con Dios para los limpios de corazón, la filiación
divina para los pacificadores, y la bienaventuranza para los que son
perseguidos por su fe (Mateo 5:3-11).
El
Mensaje de esperanza y gozo es ignorado por los evangelistas famosos de hoy
Desafortunadamente el divino
mensaje de esperanza y de gozo del reino de Dios es poco o casi nada predicado
en las iglesias de hoy. De hecho, los evangelistas contemporáneos lo ignoran
por completo, y lo que es peor, lo han sustituido por uno trucado, vano, y de
dicha temporal y pasajera llamado: “El evangelio de la prosperidad”. Este
evangelio es satánico, engañoso y efímero, que hace “feliz” a unos pocos, y
desgraciados a la mayoría. Ahora bien, de hecho podemos decir que hay un
evangelio de la prosperidad, pero no para hoy, sino para la era del reino, la Edad donde todos los fieles
alcanzarán las bendiciones prometidas por el Señor según sus obras presentes.
En la Parábola
de la Diez Minas
Jesús expone claramente esta verdad de la retribución venidera según las obras
presentes (Lucas 19). Hoy estamos sembrando en este mundo para cosechar en la
parusía del Señor Jesucristo, el Amo de esta tierra que aparecerá para tomarnos
cuenta de lo que hemos producido para él durante su ausencia.
(Lectura: Romanos 15)
“Gracia y Paz”
(Mario A Olcese)