Con la aparición del Internet,
en los últimos años, millones de personas, a través de sus computadoras, tienen
acceso a una extraordinaria cantidad de información relativa a todas las áreas
y materias que existen en este mundo. Y toda esa gran cantidad de información seguramente
puede aumentar nuestro conocimiento, pero de ninguna manera garantiza el aumento
de nuestra sabiduría. Como lo dijera, hace más de un siglo, el poeta inglés Tennyson:
“El conocimiento crece, pero la sabiduría se rezaga”.
La escritura de hoy destaca la
importancia de la SABIDURÍA. ¿Quién mejor que el rey Salomón para dar
testimonio del extraordinario valor de la sabiduría? Cuando Dios apareció ante
él y le dijo: “Pídeme lo que quieras que yo te dé” (2 Crónicas 1:7), Salomón
respondió: “Dame ahora sabiduría y ciencia, para presentarme delante de este
pueblo...” El primer paso para adquirir sabiduría es acercarnos a Dios con un
corazón humilde y receptivo. Dice Proverbios 1:7: “El temor del Señor es el
principio de la sabiduría”. No se refiere esta expresión a un sentimiento de
miedo que puede provocar el deseo de huir de algo, sino más bien se trata de
una actitud de reverencia y devoción, estando conscientes de la Santa Presencia
del Dios Todopoderoso. Es un profundo deseo de adorarle y rendirle todo el
honor que Él merece, mientras esperamos su revelación. Así sentamos las bases
para recibir pleno conocimiento de él y eventualmente la sabiduría de lo alto.
La Santa Palabra de Dios nos
enseña que existe una gran diferencia entre un simple conocimiento y la
sabiduría. Puede incluso tratarse de conocimiento bíblico. Alguien puede
conocer muy bien la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis, y sin embargo no
tener la sabiduría que proviene de Dios para entender claramente el poderoso
mensaje de su Palabra. El apóstol Pablo oraba por la iglesia de Efeso “para que
el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de
sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él” (Efesios 1:17). Pablo no
sólo pide por un espíritu de sabiduría sino también por un espíritu de
revelación en el conocimiento de nuestro Señor. Claro que para obtener esta
revelación, primeramente es necesario tener conocimiento de la Biblia. Tenemos
que llenar nuestra mente y nuestro corazón con la Palabra de Dios. De esta
manera el Espíritu Santo podrá usar esta palabra para hablarnos en situaciones
determinadas y revelarnos la voluntad de Dios. El Espíritu Santo tomará la
letra de la Palabra y la transformará en espíritu, pues la Palabra revelada
"es espíritu y es vida”, dijo Jesús en Juan 6:63. Así como el Verbo se
hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14), de la misma manera la Palabra
de Dios, paulatinamente se irá encarnando en nosotros. Es decir, iremos siendo
transformados en la misma imagen de nuestro Señor Jesucristo.
Para ello es necesario dedicar
tiempo diariamente a la lectura de la Biblia. No de una manera rutinaria o
apática, como si fuera una obligación, sino deseando de todo corazón recibir la
revelación divina de esa poderosa palabra. Roguemos al Señor que ponga en
nuestro corazón un anhelo ferviente de conocerle más cada día, de amarle más,
de obedecerle más. Deleitémonos en su presencia, disfrutemos plenamente de la
paz de su Santo Espíritu. Y pidamos a Dios sabiduría, como dice el apóstol
Santiago: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el
cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
(Lee: Proverbios 4:5-13)
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me des
la sabiduría y el discernimiento espiritual para entender claramente tu
voluntad y actuar siempre conforme a los deseos de tu corazón. En el nombre de
Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla